ECM de Tiya R
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Descripción de la experiencia:

Eran alrededor de las 8 y media de la noche, acababa de acostar a mis niños, me conecté a internet con mi marido, que por entonces se encontraba en Irak y se estaba preparando para volver de permiso a casa urgentemente debido a mi enfermedad.

Me despedí de él y le dije que no me encontraba bien. Entonces me dijo que descansara un poco. Unos cinco minutos, después dejé el ordenador. Me sentía mareada y aturdida, así que me fui al cuarto de baño y empecé a darme un baño caliente. Eso es lo que solía hacer cuando me sentía así, había sufrido varias operaciones quirúrgicas ese año y había tenido muchas infecciones. Por lo que la sensación no era nueva para mí.

Me metí en la bañera y empecé a rociarme la cara con agua. Cuando me quité las manos de la cara, lo único que veía era gente, me abrí paso a través de ella y agarré el teléfono, éste estaba en mi habitación (solo tuve que apretar el botón “llamar de nuevo”), no podía ver ni el suelo ni la habitación, solo mucha gente, recuerdo que pensé que no quería morirme todavía. Seguía diciendo. “No, no, no puedo irme ahora. Todavía no he visto a mi madre”.

Cuando mi madre y mi padrastro llegaron, no recuerdo en absoluto haber bajado las escaleras, ni cómo me encontró mi madre al llegar. Supongo que volví en mí cuando vi a mi padrastro, y recuerdo a ambos llevándome al coche. De camino al hospital recuerdo perder y recuperar la consciencia y a mi madre decir: “Tiya, Tiya”. También recuerdo a las dos mujeres que estaban en casa y a las que no conocía. Pero cuando la gente apareció (en mi casa), sentía como si conociera a algunos de ellos, pero a la mayoría no los conocía. Esas dos mujeres estaban en el coche de mi madre, no decían una palabra, solo me miraban cuando yo las miraba, estaba asustada cuando las vi en casa, pero recuerdo que en el coche no me daban miedo, me sentía bien.

Cuando llegamos a urgencias, y la enfermera tomó mi presión arterial, me llevó corriendo a la sala de urgencias y llamó al médico, había médicos y enfermeras por todas partes. Empezaron a hacerme preguntas, recuerdo responder pero sin ser oída. ¡¡Yo estaba gritando las respuestas y nadie podía oírme!! Recuerdo enfadarme mucho por el hecho de que nadie pudiera oírme. Recuerdo oír al médico decir: “No creo que esté aquí” (N.T.: en el sentido de: “No creo que esté consciente”) y recuerdo decir: “¡¡Estoy aquí, estoy aquí!!”

Mientras me cortaban la ropa, recuerdo a una enfermera decir: “¡Doctor, está entrando en parada cardíaca!” Justo cuando dijo eso, vi a mi cuerpo sin vida tendido en la cama de la sala de urgencias y a mi madre en una silla llorando conmocionada.

Detrás de mí se hizo la luz y vi una mano. Me giré y me miré a mí misma y no me volví a girar, aquella mano estaba tocando mi hombro. Cuando vi lo que sucedía en la sala de urgencias y me vi a mí misma, me entró pánico y empecé a rogarle a Dios o a la persona que me estaba tocando, fuera quien fuese, que me dejara regresar pues tenía niños y un marido que me necesitaban: “No Dios mío, ahora no por favor, mi marido está camino de casa, sabe que estoy enferma y viene a casa desde Irak, por favor ahora no”. Aunque sentía paz, bienestar y completo amor detrás de mí y a mi alrededor, no quería irme. Y entonces, lo siguiente que vi fue que la habitación se volvía brillante y la luz detrás de mí era incluso más brillante. Recuerdo girarme llorando y pedir una vez más: “Por favor Señor, ahora no”.

Y lo siguiente que supe fue que estaba de nuevo en mi cuerpo. Levanté la vista y vi el desfibrilador encima. Abrí la boca y dije: “¿¿Tú eres el fontanero que va a arreglar las tuberías en mi sótano?? ¡¡Me alegro de que hayas venido, déjame mostrarte el problema!! Los médicos y las enfermeras me miraron como si estuviese loca, como cuando se mira a alguien con incredulidad. El médico dejó el desfibrilador, me enfocó los ojos con una luz y me estuvo examinando durante unos cinco minutos. Me giré hacia mi madre, le dije que la quería y empecé a llorar.

El médico salió y tras unos 15-20 minutos de estar allí sentada, la enfermera volvió y dijo que el médico no regresaría porque estaba afectado por lo que acababa de suceder. Me entregó mis papeles del alta y dijo: “¡El Señor ha debido de estar contigo pues todos pensábamos que te habías muerto!”

Miré los papeles del alta y el médico había anotado una serie de dolencias inexplicables. Saliendo de la sala de urgencias seguía mareada y desequilibrada. Mi madre y yo regresamos a casa en coche. Recuerdo que mi madre me preguntaba que por qué estaba mirando tanto el asiento de atrás, y no dije nada pero estaba buscando a esas dos señoras. Regresé a casa y fui a ver a mis niños y los besé a los dos. Mi marido regresó de Irak tres días más tarde y yo me sometí a otra operación quirúrgica dos días después de eso para extraer tejido dañado e infectado del estómago y la columna vertebral.

Otras dos semanas después de mi cirugía, mi marido tuvo que volver a Irak. Mis niños y yo esperamos otros cinco meses a que mi marido regresara a casa. Desde mi ECM, mi vida ha cambiado tanto que no doy nada por dado. Hizo falta que mi marido estuviese a punto de volver a Irak para que acabara confesándole lo que me había sucedido. No hablo mucho de ello, solo a mis allegados, pues temo que me tomen por loca. Sin embargo aquellos a los que les he hablado de ello nunca me han mirado de esa manera, siempre han querido saber más. ¿¿Como si mi relato fuera a prolongarse o a modificarse?? Antes, cuando oía este tipo de historias, solía decir: “¡Pues bueno! ¡Pues vale!” Pero ahora me considero afortunada de saber lo que se siente, y sé que cuando finalmente me llegue la hora de irme, no estaré asustada.

¿En qué momento durante la experiencia estuvo usted en su más alto nivel de consciencia y alerta? ¿Era consciente como si estuviese viva? ¿Era eso como si tuviese mi consciencia habitual después de haber comprendido que estaba muerta? Aquello debe corresponder al momento en el que vi mi cuerpo en urgencias, cundo lo vi todo y a todo el mundo en la habitación, incluido lo que pasaba detrás de mí en la sala de urgencias. La máxima lucidez fue cuando vi la luz y a mí misma tendida.

¿Era su nivel de consciencia y alerta durante la experiencia diferente del nivel de consciencia y alerta normal de todos los días? Sí. Era capaz de realizar acciones más rápidamente, me sentía ansiosa por acabar o regresar, no quería morir y cuando me di cuenta de dónde estaba ,mis pensamientos se aceleraron debido al deseo y a la necesidad de regresar a mi cuerpo, una vez que me di cuenta de que ya no estaba en él.

¿Su visión difería de algún modo de su visión normal de todos los días (en todos los aspectos, tales como claridad, campo de visión, colores, brillo, grado de profundidad de percepción de la solidez / transparencia de los objetos, etc.)? Sí. Leyendo esta pregunta, recordé el carrito que trajeron las enfermeras, llevaba ruedas con tornillos blancos. Recuerdo que la habitación era de una especie de blanco diferente, más luminoso. Bajé la mirada hacia mi cuerpo y vi el color de la piel, una especie de gris amarillento. Me dije: “Eso no es bueno”. El olor del hospital en la sala era mucho más fuerte. Ahora, cuando voy al hospital reconozco ese olor.

¿Su audición difería de algún modo de su audición normal de todos los días (en todos los aspectos, tales como claridad, capacidad de reconocer la fuente del sonido, tono, volumen, etc.)? Sí. Oí claramente la conversación de las enfermeras, también oí a mi madre decir: “Oh Dios mío, mi hija no”, a pesar de encontrarse en el otro extremo de la sala.

¿Experimentó una separación entre su consciencia y su cuerpo? Sí.

¿Qué emociones sintió usted durante la experiencia? Bienestar, preocupada, asustada, insegura porque no me quería morir cuando me di cuenta de que ya no estaba más en mi cuerpo. La sensación justo por detrás de mí era de bienestar y de felicidad y yo sabía que era un buen lugar, pero también sabía que no quería ir todavía.

¿Vio usted una luz? Sí. Primero se iluminó la sala, fue entonces cuando supe que me debía girar, al hacerlo vi una luz intensa y descendí. Fue en ese momento cuando me volteé y sentí una mano sobre mi hombro, entonces me puse a suplicar regresar a mi cuerpo por mis niños, mi marido, mi familia.

¿Se encontró usted o vio a algún otro ser o seres? Sí. Mi casa estaba llena de gente, de viejos, de jóvenes, de grandes, de pequeños, de delgados, de gordos. El piso estaba tan abarrotado que no veía nada más. En ese momento, no reconocí a nadie, casi tenía miedo de mirarles. Sin embargo, sentí que estaban allí por mí, sin mala intención, al contrario. Me acuerdo de un pequeño muchacho con ropa de otra época. Nadie me habló, pero tenía la sensación de que estaban allí para ayudarme, no les tenía miedo, tenía miedo a morir, viéndoles mi temor era de esa naturaleza, como si hubiese sabido que estaban allí para ayudarme a cruzar o algo así. Las dos mujeres en el coche tampoco dijeron nada, no daban miedo, eran damas ancianas como abuelas amables o algo así.

¿Alcanzó usted un límite o una estructura física de delimitación? No. Sé lo que habría pasado si no hubiese luchado, sabía que el lugar al que iba no era malo. Incluso hoy, todavía me pregunto a veces hasta qué punto aquello habría sido mejor.

¿Ha compartido usted esta experiencia con otros? Sí. Le hablé de ello a mi marido alrededor de una semana y media más tarde, luego a mi madre casi tres meses después, pues me sentía estúpida contándoselo a la gente, sentía como si no me fueran a creer. Se lo conté a amigos y a otras personas, todos se lo tomaron bien, fueron influidos en su fe en Dios. La mayoría se da cuenta de que soy una de las raras personas lo suficientemente afortunadas como para obtener la comprensión de lo que pasa después de la muerte. Sin embargo, todavía hoy soy reticente a hablarles abiertamente de mi historia a desconocidos.

¿Tenía usted conocimiento de las experiencias cercanas a la muerte (ECM) antes de su experiencia? No estoy segura. Había oído hablar de ellas una o dos veces, nunca les había prestado atención, me limitaba a mirar esas emisiones pensando: “¡Pues bueno! ¡Pues vale!”. No creía en ellas.

¿Hubo en la experiencia una o varias partes especialmente significativas o importantes para usted? Sí. Cuando comprendí que había vuelto a mi cuerpo, era como si Dios me hubiese concedido de nuevo el don de la vida. Me devolvió y eso fue un sentimiento maravilloso.

¿Cómo ve la realidad de su experiencia poco tiempo (días a semanas) después de que sucediera? La experiencia fue completamente real. No me podía creer lo que me acababa de pasar, eso me llevó a plantearme muchas cuestiones sobre mi vida, sobre lo que es la muerte. De hecho pensaba que tenía suerte de haber regresado, y de que Dios me hubiera dado esa opción.

¿Cómo ve actualmente la realidad de su experiencia? La experiencia fue definitivamente real. Sé que fue auténtica porque la viví, sé lo que me ocurrió. Ahora creo, ya no pongo más en duda el paraíso o la vida después de la muerte.

¿Han cambiado sus relaciones específicamente como resultado de su experiencia? Sí. Ahora pienso positivamente, aprecio mucho cada minuto de cada día, y ya no soy tan mala como lo era antes de este evento.

¿Han cambiado sus creencias / prácticas religiosas específicamente como resultado de su experiencia? No estoy segura. Me ha hecho creer más en Dios y en la vida después de la muerte, no creo que se deba tener determinada religión para estar a bien con Dios, pero ahora creo que se debe ser bueno con la gente para estar a bien con Dios.

¿Tras su experiencia, tuvo usted algún otro acontecimiento en su vida, medicamentos o sustancias que reprodujeran alguna parte de la experiencia? No.

¿Hay algo más que desee añadir acerca de la experiencia? No.

¿Las preguntas planteadas y la información que acaba usted de proporcionar describen exacta y exhaustivamente su experiencia? Sí. Sin duda puede que haya olvidado pequeños detalles, pero las preguntas planteadas me han hecho reflexionar en profundidad sobre el acontecimiento. Y sí, lo que he descrito es a mi entender verdadero y exacto.