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Descripción de la experiencia:

El 26 de julio de 2019 amaneció con la promesa de un perfecto día de verano. El sol colgaba alto en el cielo, proyectando sus brillantes rayos sobre la costa, como si la naturaleza misma conspirara para crear una experiencia memorable. Ese día decidí ir a la playa con dos de mis amigos más queridos, Sarah y Michael. La anticipación había ido creciendo durante semanas y no podíamos esperar para deleitarnos con los simples placeres de la arena, el surf y el sol.

La playa, un lugar que reverenciamos, se desplegó ante nosotros como un paraíso tranquilo. Arenas doradas se extendían hasta donde alcanzaba la vista, besadas por la suave caricia de las olas azules. Instalamos nuestro refugio en la playa con sombrillas, mantas y una hielera llena de bebidas heladas. La música llenó el aire, proporcionando una banda sonora a nuestro día de ocio.

Con el paso de las horas, nos encontramos inmersos en risas y conversaciones sentidas. El contenido de nuestra hielera pareció multiplicarse y saboreamos cada sorbo de nuestras libaciones elegidas. El mundo fuera de nuestro paraíso playero se convirtió en un recuerdo lejano y nos deleitábamos con la pura alegría de estar vivos y rodeados de la mejor compañía.

Cuando el sol comenzó su lento descenso hacia el horizonte, proyectando un brillo ámbar sobre la playa, decidimos que era hora de abrazar el fresco abrazo del océano. Las olas nos atrajeron con su tentador atractivo y nos sumergimos en el agua, dejando que el suave flujo y reflujo calmara nuestros sentidos.

Quizás fue la embriagadora combinación de sol, diversión y el refrescante mar, pero nos aventuramos más lejos de la costa de lo que habíamos planeado inicialmente. Las olas, inicialmente juguetonas, se hicieron más fuertes y más impredecibles con cada momento que pasaba. Sin embargo, nos sentíamos invencibles, atrapados en la euforia del día.

Fue en ese momento de abandono imprudente cuando se produjo el desastre. Una enorme ola, como convocada por los propios dioses del mar, se estrelló contra nosotros con una ferocidad que no podíamos haber previsto. El pánico surgió cuando las implacables aguas nos arrastraron hacia abajo, ahogando nuestra risa y nuestro espíritu despreocupado en un instante.

En medio del caos y la oscuridad, mientras mi cuerpo luchaba contra las implacables corrientes, mi conciencia comenzó a alejarse. Me sentí ingrávido, como si me llevara una fuerza invisible. Fue entonces cuando lo vi: un brillante túnel de luz que irradiaba calidez y serenidad. Era un rayo de esperanza que me atraía hacia él con una atracción irresistible.

Cuando entré en el túnel de luz, me invadió una profunda sensación de amor, paz y alegría. Era como si la luz misma contuviera los secretos del universo, susurrando promesas de comprensión y unidad ilimitadas. En ese abrazo luminoso, sentí una conexión profunda con todo lo que alguna vez había existido: un amor sin medida, una paz más allá de toda descripción y una alegría que trascendió las experiencias terrenales.

No estaba solo en este pasaje celestial. A mi lado había una presencia amable y tranquilizadora. Era mi espíritu guía, un ser que había viajado conmigo a lo largo de mi vida, ofreciéndome guía y protección en formas que apenas había comprendido.

En este lugar eterno de luz y amor, mi espíritu guía transmitió sin palabras una sensación de propósito y guía. Avanzamos juntos a través del túnel de luz, dejando atrás los confines del mundo físico y entrando en un reino de pura energía espiritual.

Al salir del túnel de luz, me encontré frente a una estructura magnífica: un edificio de estilo romano de grandes proporciones. Altísimos pilares adornados con intrincadas tallas se elevaban hacia el cielo y el aire estaba cargado de una serenidad sobrenatural. Una luz suave y dorada envolvió todo, infundiéndole una sensación de belleza divina.

Ante mí, tres seres antiguos y sabios me dieron una solemne bienvenida. Sus ojos contenían la sabiduría de las épocas y su presencia irradiaba una autoridad sobrecogedora. Aunque su mirada era penetrante, también estaba imbuida de una extraordinaria compasión y comprensión. Era como si me hubieran estado esperando, conociendo mi esencia misma.

Sin pronunciar palabra, profundizaron en mi alma. Su escrutinio fue minucioso y reveló facetas de mi existencia que apenas había reconocido. Desenredaron el tapiz de mi vida, inspeccionando mis elecciones, mis alegrías, mis tristezas y mis aspiraciones. En su presencia, sentí una abrumadora sensación de introspección, como si toda mi existencia quedara al descubierto ante ellos.

Mientras observaba los acontecimientos de mi vida desarrollarse ante mí, sentí una conexión inexplicable con cada momento, sin importar cuán significativo o aparentemente intrascendente fuera. Los momentos de bondad y compasión irradiaron una luz profunda, iluminando el camino de mi viaje. Sin embargo, también hubo momentos de egoísmo, dolor e indiferencia que arrojaron sombras sobre el tapiz de mi vida.

Experimenté una revisión de vida, un viaje a través de mi propia historia, guiado por la sabiduría de estos seres ancestrales. Cada recuerdo contenía no sólo los acontecimientos en sí, sino también las emociones, intenciones y consecuencias que habían surgido de ellos. Fue una revelación de interconexión, una comprensión de que mis acciones repercutieron en las vidas de los demás y reverberaron en el cosmos.

En este proceso sagrado, obtuve una profunda y profunda comprensión de la interconexión de todos los seres y el poder de nuestras decisiones para dar forma al mundo que nos rodea. Fue un análisis del impacto de mis acciones y las oportunidades de crecimiento y transformación que ofrecían.

Justo cuando comencé a sentir el peso de su escrutinio, los tres seres sabios compartieron conmigo su sabiduría colectiva. Su comunicación trascendió las limitaciones del lenguaje, ya que sus pensamientos e ideas fluyeron hacia mi conciencia con perfecta claridad.

Impartieron verdades que trascendieron los límites de la comprensión humana. Sentí como si los mismos secretos del universo se estuvieran revelando ante mí. Me llenó una profunda sensación de conexión con el cosmos, un sentimiento de unidad con toda la existencia. Fue una revelación que amplió mi comprensión de la realidad sin medida.

Estos seres antiguos no eran jueces en el sentido convencional; más bien, fueron guías y mentores que me ofrecieron sabiduría y perspicacia para ayudarme en mi crecimiento espiritual. Su presencia transmitió un profundo sentido de compasión y un deseo de ayudar en mi viaje hacia una mayor comprensión e iluminación.

Pero tan rápido como llegué a este reino etéreo, sentí que me alejaban de la presencia de estos seres antiguos y me devolvían al mundo que había conocido. Su mirada de despedida contenía una promesa de transformación y una carga de llevar su sabiduría conmigo.

En un instante, una vez más fui engullido por las turbulentas aguas del océano, luchando por respirar y vivir. Mientras salía a la superficie, jadeando en busca de aire, me di cuenta de que se me había concedido una segunda oportunidad. Se me había dado la oportunidad de llevar las lecciones del otro lado al mundo de los vivos.

La experiencia dejó una marca indeleble en mi alma, un recordatorio de los profundos misterios que se encuentran más allá de nuestra comprensión mortal. Sabía que mi encuentro con aquellos seres sabios en el edificio de estilo romano, precedido por el túnel de luz y la presencia de mi espíritu guía, había alterado para siempre el curso de mi vida.

Mientras estaba tumbado en la playa, con mis amigos corriendo a mi lado, no pude evitar sentir un profundo sentimiento de gratitud por la segunda oportunidad que me habían dado. Sabía que había sido tocado por algo más grande que yo, algo que trascendía los límites del tiempo y el espacio.

A partir de ese día, me embarqué en un viaje de autodescubrimiento, buscando vivir una vida alineada con la sabiduría que había recibido del otro lado. Llevé conmigo las lecciones de compasión, comprensión e interconexión, sabiendo que contenían la clave para una existencia más significativa.

En los años siguientes, me sentí atraído por el estudio de la filosofía, la espiritualidad y los misterios del universo. Compartí mi experiencia cercana a la muerte con otros, con la esperanza de inspirarlos a buscar una comprensión más profunda de los misterios de la vida y abrazar la belleza y la maravilla de la existencia.

Mi encuentro con los tres sabios en el edificio de estilo romano fue un recordatorio de que la vida es un regalo precioso, un momento fugaz en el gran tapiz del cosmos. Fue un recordatorio de vivir cada día con propósito y gratitud, de apreciar los momentos de conexión y de esforzarnos por lograr una comprensión más profunda de los misterios que nos rodean.

Al final, mi experiencia cercana a la muerte no fue sólo un roce con la muerte; fue un viaje al otro lado, un vistazo al infinito y un profundo despertar a la belleza y complejidad del universo. Fue un recordatorio de que, al final, lo más importante que podemos hacer con nuestras vidas es buscar conocimiento, comprensión y conexión, y llevar con nosotros la sabiduría que adquirimos en nuestro viaje, dondequiera que vayamos.

Información general:

Género: Masculino