Evelyn V Probable ECM
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Descripción de la experiencia:

Evento tal como lo recordaba mi esposo, Steve V (el esposo de Evelyn V):

12 de Mayo de 1989. Éramos una familia normal con dos ingresos económicos, el hijo mayor asistiendo a la Universidad, tres en la Secundaria y el menor -un niño con el Síndrome de Down- en la Escuela Básica, luchando como todos para llegar a fin de mes. Yo trabajo en ventas y mi territorio va desde Ohio hasta Maine y todo lo que queda entremedio.

De súbito, a las 6 am, Evelyn se quejó de sentirse enferma y me pidió que le revisara la presión arterial. Como yo tenía una para revisar la mía (yo sufría de presión arterial alta desde adolescente) así lo hice. Estaba alta ¡Y latía! Le dije que nos iríamos al hospital. Como sentía náuseas, fue hasta el baño donde se desplomó y entró en coma. Llamamos a los paramédicos quienes vinieron y la levantaron para llevarla a la cama y examinarla. Luego nos fuimos al hospital donde se le diagnosticó una hemorragia cerebral. Al comienzo iban a ponerla en Cuidados Intensivos para –como decían: ‘dejar que la situación se resolviera’. Entonces se me informó que ella sería trasladada a otro hospital. De pronto me involucré y definí el hospital al que ella debería ir; no el que ellos decían.

Fuimos y luego de la revisión de los análisis y de los rayos X, el Neurólogo quería que la operaran. Pedí una segunda opinión de un doctor en el que pudiera confiar y él estuvo de acuerdo. A último minuto, se llevó a cabo una tomografía computerizada que me mostraron. Evelyn tenía un tumor de un feto del tamaño de una pelota de golf y eso era lo que había reventado. El Neurólogo fue afortunado de descubrir esto antes de la cirugía.

Sacaron la parte superior del cráneo de Evelyn para exponer el cerebro, sacar el tumor y remover la sangre. Esta cirugía duró entre ocho y nueve horas. Luego, en recuperación, ella comenzó de nuevo a sangrar. Yo supliqué que la operaran de nuevo ya que no hacerlo sería definitivamente la muerte para ella. ¡Ella debía tener toda oportunidad de vivir! Así lo hicieron. Esta vez la hemorragia fue hallada ligeramente detrás de la original y esta vez ella sangró en el cuarto ventrículo (se refiere a los ventrículos cerebrales; las cisternas en las que se reabsorbe el líquido encefálico. Hay cuatro, una en cada hemisferio y dos centrales. El cuarto es el más inferior. N. del T.).

Las siguientes semanas se pasaron en Cuidados Intensivos haciendo frecuentes tomografías computerizadas para monitorizar la presencia de sangre en el ventrículo. Jamás llegó hasta la médula espinal. Si lo hubiera hecho, hubiera experimentado muerte cerebral. Más bien se le quedó aposada en el ventrículo hasta que el cuerpo la reabsorbió.

Después de seis semanas, ella salió del coma. Tenía atrofia muscular completa y ella era todo un vegetal. Los siguientes cuatro a cinco meses los pasó en el hospital, devolviéndole el habla, haciéndole Terapia Ocupacional y Fisioterapia.

Por último, volver a casa ya sin tubo endotraqueal, Tenía una inserción mucosa cercana a la vía aérea que la ahogaba. Se llegaba a poner azul. Nuestro hijo mayor usaba un aparato de succión que teníamos en casa para vaciar el moco y el equipo de emergencia llegaba a casa para llevarla de vuelta al hospital adonde debía quedarse otras semanas. Tenemos cintas de video de cada una de esas altas ya que aparecían en las noticias de la tarde, cada una de esas veces.

Más o menos al año siguiente ella iba a terapia tres veces por semana y una terapeuta venía a casa dos veces a la semana. Durante ese tiempo, la llevamos al Grupo Médico de Harvard donde un prominente Médico aceptó su caso y a través de unos pocos años reparó su garganta y cuerdas vocales, de modo que ella pudiese comer y hablar otra vez. Mientras estuvo ahí, él, ante nuestra solicitud, recomendó que viésemos otro doctor, el que completó una investigación médica sobre el tratamiento medicamentoso que se le dio a Evelyn durante dos semanas, luego de la aprobación gubernamental. El daño neurológico que la hacía ver doble fue corregido sin cirugía. La siguiente operación, unos años más tarde, recuperó la función del párpado que mantiene al ojo sano y lubricado, ya que no había reflejo de parpadeo.

Resumiendo, después de seis semanas en coma, seis meses en un hospital y seis años de terapia y cirugía reconstructiva, Evelyn ha recuperado aproximadamente el sesenta y cinco por ciento de una vida normal. A su edad, su cráneo nunca va a sanar (cuarenta y ocho años en Mayo de 1989) y en un ambiente familiar y seguro, en casa, ella camina sin bastón. Todos los que conocen el caso están de acuerdo en que Evelyn es un milagro que camina. Mirando atrás a las decisiones que tomé en relación a su vida y muerte, sólo pude haber sido un instrumento del Señor orientando lo que se debía hacer.

Las cosas como las recuerda Evelyn, comenzando el 12 de Mayo de 1989:

Yo me recuerdo saliendo del baño donde me desplomé y regresando a la cama, sin darme cuenta que me encontraba afuera de mi cuerpo. Iba a regresar pero simplemente vi a alguien a mi lado. Entonces me di cuenta que yo era más baja y que tenía que mirar hacia arriba e incluso empinarme para ver quién estaba en mi lado de la cama. No sé cómo me di cuenta que debía regresar a la cama y entonces vi que el cuerpo en la cama era yo. ¡Qué tremenda impresión!

Yo pensé: ‘Eso no puedo ser yo, ¡Yo estoy aquí!’ Me acerqué al cuerpo, confirmé que era yo e intenté regresar dentro. No podía hacerlo. ¡No había manera de que pudiera entrar! Me recosté a su lado y entonces intenté entrar dentro por su boca. Pensé que debía entrar a través de alguna abertura y entonces fui hasta la parte superior de mi cabeza, tratando de deslizarme adentro de mi cuerpo. Por último, ‘desesperada’, me volví a acostar a su lado, pensando que a través de algo como la ‘osmosis’ podría deslizarme dentro. Eso tampoco resultó. Me sentí muy sola y triste. Terrible, ¡Terrible, soledad!

Entonces yo estaba yaciendo en lo que parecía ser un altar de sacrificio, siendo torturada por gente que practicaba ‘vudú’. Ellos bailaban en torno a mí, entonando cierta canción y sosteniendo cosas (partes de animales muertos) encima mío. Yo no podía escapar. Yo seguí intentando luchar, pero la lucha no obtenía nada. Seguí intentando pedir ayuda, pero nadie estaba cerca y no tenía voz para pedir ayuda. Estaba desamparada. Me quedé ahí, en medio de todo. Entonces con todo el intenso canto y la música y tambores, una enorme pata de pollo comenzó a acercarse hacia mí. Al principio la vi a la distancia, luego se fue acercando más y más. El cántico se hizo más fuerte, mientras la música y los gritos también más y más intensos. La pata alcanzó mi cara y se enrolló lentamente en torno a mi cuello. Con cada respiración se fue haciendo más y más y más apretada hasta que no fui capaz de respirar más. Era como una aspiradora succionando todo tu aire, empezando desde los dedos de tus pies.

Luego, pienso que fue mi juicio al momento de morir. Una verdadera pantalla panorámica de toda mi vida estaba frente a mí. Recordé vívidamente, reviviendo los pecados (cosas que hice mal) a lo largo de los años, flashbacks tal como si me estuviera ocurriendo a mí. Era lo más reciente que había hecho como adulta y reviví el incidente y la elección que hice. Recordé vivamente mis palabras, que fueron: ‘No. No puedo hacer esto. Soy una cristiana’. Relacioné la tentación de vuelta a la fe. La cosa más importante que encontré fue: '¿Cómo yo traté a los demás? ¿Los amé? Luego, ¿Cuán bien seguí yo los mandamientos?'

Siguiendo luego de este evento, hubo un período de total oscuridad y soledad. En cierto momento, durante éste, sentí la presencia de mi suegra, quien era en extremo cercana a mí y quien había muerto dieciocho años antes. Ella se comunicaba telepáticamente conmigo y me decía que todo iba a salir bien y que no tuviera miedo. Ella estuvo conmigo un tiempo considerable.

Entonces yo atravesé en un destello por un túnel de espacio negro a velocidades supersónicas. Al final había una pequeña luz. La luz se hizo más y más brillante, más y más grande, hasta quedar de pies frente a una figura brillantemente luminosa. No podía ver un rostro, tan sólo la brillante túnica blanca. Ya no sentía miedo y la sensación de soledad se había ido. Aquél era un estado de completa alegría y felicidad que nunca había experimentado con anterioridad. Toma el momento más feliz de tu vida y agrándalo miles de veces. Luego vi hacia mi izquierda, una imagen de Steve, mi esposo y John, mi hijo, parados, a lo lejos. Supe que tendría que regresar a ellos a pesar de no estar más feliz ni satisfecha. Le dije a la figura: ‘Tengo que volver a ellos. Déjame regresar, por favor. Yo volveré de nuevo. ¡Me necesitan!’ En un instante, yo estaba de vuelta.

Entonces recuerdo estar en el hospital. Encontré una cama en el vestíbulo, junto a una puerta. El aire y el humo eran terribles. Sin saber cómo, de repente estuve en la iglesia cerca de nuestra casa. Miré por la ventana del su segundo piso, vi mi casa y quise ir allá. Tal como uno haría, bajé hasta el estacionamiento a buscar mi auto, asumiendo que así era como había llegado allí, sólo para encontrar nada. Así es que pensé que sería mejor regresar al hospital. Cuando volví, comencé a dar vueltas dentro del hospital, buscando mi habitación, mas no pude hallarla. Cuando desperté del coma, mi esposo estaba allí y yo pregunté por mi mamá. ¿Cuándo vendría? ¡Él me contestó que ella había muerto años atrás! ¡Yo no lograba aceptarlo pues acababa de estar con ella! La sensación de pérdida de ella era inmensa.

Después, una mujer en mi habitación seguía pidiendo ayuda. ‘¡Que alguien me ayude, por favor!’ Nadie venía a ayudarle. Esto pasó durante horas hasta que no pude soportarlo más. Me levanté de la cama para prestarle ayuda y caí al suelo. No me daba cuenta que no era capaz de sostenerme en pies ni caminar, así es que caí al suelo. Entonces las enfermeras ataron mis manos y piernas a la cama, de manera que ya no me pudiera levantar. ¡Qué recompensa por tratar de prestarle ayuda a alguien! A esta altura, yo no tenía voz para pedir auxilio.

Un día pensé, era una tarde, que mi amiga estaba en mi habitación conversando conmigo. Estuve consciente de que ella se iba de la habitación. Traté de llamarla, pero no me salía voz alguna. No lograba moverme. Me sentí terriblemente triste al no poder llamarla. Ésta fue la primera parte de mi regreso al tiempo presente.

Con mucho miedo, yo tenía mucho miedo y ahí no veía rostros que me fueran familiares. No sabía qué me había ocurrido. Ningún familiar aparecía durante lo que pareció un largo tiempo. Pasaron muchos días. Sentía mucho temor y soledad. Deseaba intentar escapar. Me sentía totalmente desamparada. El personal del hospital seguía preguntándome qué era lo que me ocurría. Yo no sabía qué responderles. Yo les decía que pensaba que había estado en un accidente automovilístico, de modo que eso era lo que les respondía y ellos me decían: ‘¿Está usted segura de que eso es lo que le ha pasado realmente?’ Pensé que estaba perdiendo la razón. Sentía como que me volvía loca. No estaba segura de lo acontecido. Estaba aterrada, ya que no podía hablar y porque me resultaba tan difícil respirar. Era una extraña en un lugar extraño. Allí no había caras conocidas. Todo lo que recuerdo era una sobrecogedora sensación de total soledad. Sentía dolor en mi cuerpo por la ausencia de gente conocida y amistosa. Tenía una pérdida de audición (total) en el oído izquierdo. Me di cuenta de ello al colocarme el audífono para la televisión en mi oído. Steve dijo que estaba a todo volumen y yo era incapaz de oír nada. Él me preguntó: ‘¿En serio que no oyes eso?’ Le dije que no. Entonces me lo puse en el otro oído y yo lograba escuchar los sonidos. ¡Qué sorpresa para él y para mí!

Tenía muchos problemas para ver. Veía doble. Mis viejos lentes ya no me servían para nada. Todo era doble. Imágenes nítidas para mí, ambas iguales. No podía diferenciar cuál era la verdadera, la real. Una enfermera me llamó la atención por golpear la pared con mi silla de ruedas mientras avanzaba por el pasillo.

Con el tubo traqueal puesto en mi garganta y siempre abierto para respirar, yo no era capaz de hablar, pues el aire no pasaba por mis cuerdas vocales. Para comunicarme debía depender en vocalizar palabras, hacer gestos e incluso tratar de escribir. Tenía mala visión. Usaba simplemente mi juicio y adivinaba cómo debía escribir las palabras, a pesar de no verlas con claridad. Tenía que adivinarlo todo, incluso adónde iban las líneas sobre el papel.

Casi todas las noches yo me despertaba sin poder respirar. Un médico de la sala de emergencia venía para aspirar y limpiar de secreciones mucosas mi garganta, para ayudarme a respirar. Otras noches me sentaba en la cama. Muchas noches me senté en mi silla de ruedas para respirar y dormir. Quizás si dormiría unas dos horas o algo así por noche. Acostada, no era capaz de respirar, incluso con mi boca abierta. No me entraba aire. Tuve que aprender a relajarme durante esos episodios de manera de no entrar en pánico. A veces yo contaba números. La más de las veces yo oraba. También me imaginaba estar en la playa, parada en la baranda del hotel, mirando al océano, sintiendo el aire con olor a sal y a pescado, sintiendo la tibieza del sol en mi cara y en mi espalda. Luego, bajando los peldaños hacia la arena y luego sintiendo la tibia arena bajo los dedos de mis pies. Me sentía bien visualizando todo eso. Me sentía que estaba allí. Verdadera visualización: Lo veía, lo sentía, lo olía. Yo he utilizado esta visualización muchas, muchas veces para ayudarme a relajarme y ser capaz de pasar por un tratamiento o por el día.

Hablé con mi pastor asistente sobre mi experiencia. Él sintió que la parte de la tortura, ‘vudú’, era el sufrimiento por mis pecados (las cosas erróneas que yo hice en mi vida). La tortura fue purgatoria; el viaje fue ir al Cielo. La persona que yo vi en la luz brillante fue el Señor. Jesús ama. ¡Oh, cuánto Él ama!

Le pregunté a mi sacerdote por qué tuve esta experiencia o si había un propósito en la mente de Dios al permitirme regresar. El sacerdote me respondió que yo lo sabría cuando fuera el momento.

Bien, continuemos. Pasé seis meses en un hospital de Ohio, en el área de Rehabilitación. No era capaz de hablar, caminar ni pensar. No tenía las funciones cotidianas. Los departamentos de terapia me enseñaron cómo hacerlo todo. Tuvieron que volver a entrenar mi cerebro, igual que el de un bebé. Los terapeutas desafiaron y enseñaron a mi cerebro sobre cómo hacer todo, igual que a un niño, partiendo con sentarme. Fue una experiencia humillante.

Me acuerdo de estar atada en la cama ya que sin las ataduras me caería. El cerebro debió ser re-enseñado de cero nuevamente, igual que un lactante, sobre cómo hacer todo.

Al principio, todo resultaba tan difícil. Los terapeutas seguían diciendo tan sólo ‘trata’ de hacer esto y vas a terminar haciéndolo. Era terrible no ser capaz de controlar tu cuerpo y decir a las personas tus pensamientos, especialmente, cuando deseabas hablarles. Fue bueno que yo no fuera una gran conversadora.

La unidad de Rehabilitación se encontraba repleta y esperé varias semanas por mi turno. En el intertanto, el equipo de rehabilitación iba a mi pieza y hacía ejercicios en cama.

Después de ir a Rehabilitación, fui asignada a una unidad del cuarto piso para una terapia diaria con terapia física, habilidades motoras, habla y aprendizaje de técnicas de relajación. Esto ocupaba toda la mañana. Después venía el almuerzo. La tarde era más para un encuentro social. Muchas veces estaba tan cansada que sólo quería descansar. Me mantuve en silencio la mayor parte del tiempo ya que no tenía habla.