Ella J ECM
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Descripción de la experiencia:

1891 ECM mormona compartida por Susan K.

Experiencia:

Lorenzo Snow (1814-1901) fue el quinto Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días desde 1898 hasta 1901. Un hombre bien educado y refinado, él cumplió varias misiones para la Iglesia, viajando a Inglaterra, Italia y al Pacífico, así como en el sur y el noroeste de los Estados Unidos. Llegando a la presidencia cuando la Iglesia sufría el aplastante peso de la deuda, el Presidente Snow revitalizó el pago del diezmo entre los Santos y puso a la Iglesia en el camino hacia la solvencia económica.

Respecto al momento de su conversión como un joven, a Elder Snow se le había prometido un antiguo poder apostólico de parte de Joseph Smith, Padre. ‘Si es adecuado, los muertos se levantarán y vendrán a ti, a tu demanda’. En 1891, él le devolvió la vida a una joven mujer, Ella Jensen, luego de haber estado muerta durante dos horas.

El milagro de sanación no es único en la Iglesia Restaurada, pero el traer una persona muerta de vuelta a la vida, ciertamente es poco común. Uno de esos casos ocurrió en 1891 en Ciudad de Brigham, en Utah e incluyó a la sobrina de Lorenzo Snow, Ella Jensen. Lorenzo hablaba en el tabernáculo de Ciudad de Brigham cuando se le informó sobre la muerte de su sobrina, dos horas antes. Rápidamente él dejó la reunión con el presidente de estaca, Rudger Clawson y fue a casa de los Jensen donde encontró a Ella, de diecinueve años, lavada y recostada fuera de la vista de los demás. El Hermano Snow fue inspirado a bendecir a la joven Ella para que regresara a la vida, lo cual hizo con la ayuda del Hermano Clawson. Una hora después de que los hermanos se fueran de casa, Ella abrió sus ojos y preguntó por el tío quien –ella afirmaba- le había llamado de vuelta. Ella vivió otros sesenta y cinco años.

Desde ‘Levantados de Entre Los Muertos’ (Condensado de los números de Septiembre-Octubre de 1929 de La Era de la Restauración, 32:883; también del Y.W. Journal 4:164. Compare con La Vida de Lorenzo Snow, página cuatrocientos seis).

Esta historia, verdadera en cada detalle, demuestra el cumplimiento de la profecía hecha sobre la cabeza de Lorenzo Snow al recibir la bendición patriarcal bajo las manos del Progenitor del Profeta, Joseph Smith Padre. Le fue otorgada en el Templo de Kirtland y entre otras cosas incluyó estas promesas:

‘Tú te harás hombre poderoso. Tu fe se acrecentará y se hará más fuerte hasta igualarse a la de Pedro. Tú sanarás al enfermo; los enfermos te enviarán sus delantales y pañuelos y por tu toque, sus propietarios serán sanados. Los muertos se levantarán y vendrán a ti, a tu demanda’.

Era el 3 de Marzo de 1891 y por varias semanas Ella Jensen, una joven de diecinueve años de Ciudad de Brighman, en Utah, se había sostenido casi entre la vida y la muerte con Escarlatina. Leah Rees, su amiga, cumplía con el papel de su enfermera nocturna y eran cerca de las tres o cuatro de la madrugada cuando, según lo informa Leah, ‘Fui bruscamente despertada por Ella que me llamaba pidiendo el peine, el cepillo y las tijeras. Ella me explicó que deseaba peinar su cabello y cortarse sus uñas y arreglarse porque' dijo ella: `vendrán a buscarme mañana a las diez '.

‘Le pregunté quién vendría a por ella’.

‘El tío Hans Jensen y los mensajeros’, me respondió. ‘Yo voy a morir y ellos vendrán a las diez a buscarme y a llevarme de aquí’.

‘Intenté callarla diciéndole que se sentiría mejor en la mañana si trataba de dormir’.

‘No', respondió, `ya no voy a dormir más, sino que voy a pasar todo el tiempo que me quede arreglándome'‘. ‘Ella insistía en que le consiguiese el peine, el cepillo de pelo y las tijeras, lo cual hice, pero ella estaba tan débil que no fue capaz de usarlos. Mientras yo le peinaba su cabello, ella me pedía que llamara a sus padres. Yo le expliqué que ellos estaban cansados y dormidos y que sería mejor no molestarlos’.

‘Sí', insistía Ella, `tienes que llamarlos. Quiero decírselos ahora‘.

‘Los padres fueron llamados y ellos entraron a la habitación, la hija les dijo que su tío Hans, quien había muerto, había aparecido repentinamente en la habitación mientras ella estaba despierta con los ojos abiertos y le había contado que los mensajeros estarían allí a las diez para conducirla al mundo espiritual. El padre y la madre temieron que la joven estuviera delirando y trataron de que se callara y se quedara dormida. Ella conocía sus pensamientos y les dijo: `Sé de lo que estoy hablando. No, No voy a dormir ya más. Yo sé que voy a fallecer y que ya vienen a buscarme'‘.

Ella, comprendiendo que su fin estaba muy cercano, fue llamando uno por uno a su familia para besarle y despedirse. Fue llamando a cada uno mientras se acercaban a su lecho. Pero su hermano Budd andaba fuera y no había regresado. Al acercarse las diez, sintió que no podría esperar para verlo. Ella estaba jadeando por aire y haciendo todo el esfuerzo posible para resistir hasta que Budd regresara. La Abuelita Jensen llegó y apenas Ella la acababa de abrazar y de besar, Budd entró con la Sra. Nelson. Ella tiró sus brazos en torno al cuello de su hermano, le besó y cayó hacia atrás sobre su almohada--muerta. Eran justamente las diez en punto.

El padre de Ella salió de inmediato a informar al Presidente Snow y consultarlo sobre los trámites para el funeral. La Hermana Nelson lavó y preparó a Ella, vistiéndola en lino limpio y Budd trajo al doctor a casa, el cual había sido llamado en esta emergencia. Mientras tanto, las noticias de su muerte se esparcían. Hacia el mediodía Jacob Jensen, el padre de Ella, informaba al Presidente Snow en el servicio del tabernáculo, debido a que estaban a más de un kilómetro y medio fuera del pueblo y él tuvo que atar el caballo para ir allí. Ellos volvieron junto con Rudger Clawson, quien era entonces el Presidente de la Estaca de Box Elder.

Luego de permanecer junto a Ella durante un minuto o dos, el Presidente Snow preguntó si había aceite consagrado en la casa. Todos se sorprendieron muchísimo y el aceite le fue entregado. Él le pasó la botella de aceite al Hermano Clawson y le solicitó que ungiera a Ella, tras lo cual el Hermano Snow confirmaba la unción.

Particularmente impresionantes entre otras, fueron estas palabras que él usara: ‘Amada Ella, yo te ordeno, en el nombre del Señor Jesús Cristo, volver y vivir. Tu misión no ha acabado’. Su voz fue muy imperativa: ‘¡Vuelve, Ella, vuelve! Tu trabajo sobre la Tierra no está terminado. ¡Regresa! Tú vivirás todavía para cumplir una gran misión’.

Ella permaneció en su condición de fallecida por más de una hora luego que el Presidente Snow la administrara, o más de tres horas en total luego de que ella muriera. Su madre y padre estaban sentados allí observando a su lado, cuando de pronto ella abrió sus ojos, miró en torno a la habitación y los vio sentados allí. Pero ella aún buscaba a alguien más y la primera cosa que ella dijo fue: ‘¿Adónde está él? ¿Adónde está él?’

‘¿Dónde está quién?’

‘¿Por qué?, El Hermano Snow’ respondió. ‘Él me llamó de vuelta’.

Le explicaron que el Hermano Snow y el Hermano Clawson estaban muy ocupados y que no podían quedarse y que se habían tenido que ir. Ella entonces dejó caer su cabeza en la almohada diciendo: ‘¿Por qué me llamó de vuelta? Me sentía tan feliz y no quería regresar’.

Entonces Ella Jensen comenzó a relatar sus maravillosas experiencias; maravillosas ambas, como los incidentes mismos así como el gran número de ellos acontecidos en tan corto período de tiempo entre tres y cuatro horas. Y además, la propia naturaleza de esos incidentes probaban que ella no estaba diciendo nada más que la verdad.

‘A las diez mi espíritu abandonó mi cuerpo’, contó Ella. ‘Me costó un tiempo ordenar mi mente para irme, ya que podía oír y ver la gente llorando y doliéndose sobre mí. Fue muy difícil para mí dejarlos, pero tan pronto como tuve un atisbo del otro mundo, yo estuve ansiosa por partir y toda la preocupación y cuidado quedaron atrás.

‘Entré en un largo salón. Era tan largo que no era capaz de fer el final de éste. Estaba lleno de gente. Mientras yo era llevada a través de la multitud, al primero que reconocí fue a mi abuelito H. P. Jensen, sentado en un extremo del salón, escribiendo. Me miró y pareció sorprendido de verme. Dijo: ‘¿Cómo? ¡He ahí a mi nieta Ella!’ ‘Él estaba muy feliz, me saludó y, siguiendo con su escritura, seguí avanzando por la habitación y encontré una gran cantidad de mis parientes y amigos. Era como avanzar por una calle repleta de una gran ciudad donde te encuentras personas y sólo a muy pocos tú reconoces. ‘El siguiente que vi fue al tío Hans Jensen con su esposa Mary Ellen. Ellos tenían dos niñitos con ellos. Al, preguntarles quiénes eran ellos, me dijo que uno era de ellos y que el otro era la niñita del tío Will.

‘Algunos parecían andar en grupos familiares. Ya que ahí sólo había unos pocos que fui capaz de reconocer y que me conocían, yo seguí caminando. Algunos preguntaban sobre sus amigos y familiares en la Tierra. Entre ellos estaba mi primo. Él me preguntó cómo estaba la gente allá y decía que le dolía escuchar que algunos de los niños allí se encontraban usando tabaco, alcohol y muchas cosas que les eran perjudiciales. ‘Esto me demostró que la gente en el otro mundo sabe en gran medida lo que ocurre acá en la Tierra.

‘La gente estaba toda vestida de blanco o color crema, exceptuando el tío Hans Jensen, que (para esta ocasión) se había puesto sus ropas oscuras y sus largas botas de caucho—lo que él usaba cuando se ahogó en el Río Snake, en Idaho. ‘Todo el mundo parecía estar perfectamente feliz. Estaba viviendo una visita muy placentera a cada uno de los que conocía. Por último, alcancé el final de la larga habitación. Abrí la puerta y pasé a otra habitación llena de niños. Estaban todos dispuestos en orden perfecto; los más altos en las filas posteriores en torno a la habitación. Parecían estar reunidos en una especie escuela Primaria Dominical, que estaba presidida por la tía Eliza R. Snow. Había allí cientos de niñitos’.

‘Fue entonces’ continuaba Ella, ‘cuando yo estaba de pies escuchando a los niños cantando: `Gladly Meeting, Kindly Greeting,' que yo escuché al Presidente Lorenzo Snow llamándome. Él decía: `Hermana Ella, tienes que regresar ya que tu misión no está terminada todavía aquí en la Tierra'. Así es que yo le conté a la tía Eliza R. Snow y le dije que debía volver.

‘Mientras regresaba por la gran habitación, yo les decía a las personas que yo iba de vuelta a la Tierra, pero ellos parecían querer que me quedara con ellos. Yo obedecí el llamado, a pesar de que eso iba muy en contra de mi deseo, ya que allí pervivía una paz tan perfecta y felicidad –no había sufrimiento, no había dolor. Yo estaba tan asombrada por lo que veía y escuchaba que odié mucho abandonar ese hermoso lugar.

‘Esto ha sido siempre fuente de consuelo para mí. Aprendí por esta experiencia que no debemos acongojarnos demasiado por nuestros seres queridos que han partido y especialmente, al momento en que ellos se van. Pienso que deberíamos permanecer simplemente tranquilos y en silencio lo más posible, porque, mientras yo abandonaba mi vida mortal, el único arrepentimiento que tenía era que las personas que yo dejaba quedaban tan dolidas por mí. Pero pronto me olvidé de todo lo de este mundo en mi deleite con el otro.

‘Durante más de tres horas mi espíritu estuvo fuera de mi cuerpo. Cuando regresé, Pude ver mi cuerpo recostado sobre la cama y la gente reunida en torno a la habitación. Yo quería sólo quedarme un corto tiempo en la Tierra para consolarlos’. Ella con frecuencia nos relataba el terrible sufrimiento cuando su espíritu nuevamente entró dentro del cuerpo. Prácticamente no existe ningún dolor al abandonar el cuerpo en la muerte, pero el intenso dolor era casi insoportable cuando vuelves a la vida. No sólo esto, sino durante meses e incluso años después, ella experimentaba nuevas clavadas y dolores y trastornos físicos que ella jamás había conocido antes.

Algunas de las personas que Ella describe haber encontrado en esta estancia espiritual fueron sus tíos y primos segundos, fallecidos mucho tiempo atrás y lejos de cuando ella naciera. Ella le contó a la tía Harriet Wight, quien había perdido a dos hijas, que ya no llorara por ellas pues ella las había visto y había conversado con ellas y ellas eran muy felices en su esfera de existencia. Muchos parientes y otros más visitaron a Ella. Les contaba a todos la misma historia –de cómo había encontrado a sus parientes y amigos allá, lo felices que eran y que ellos le habían preguntado sobre sus seres queridos acá.

Cuando Leah Rees, su enfermera nocturna, vino a quedarse con Ella a la noche siguiente, ella le contó haber visto a su padre (el de Leah) y a varios de su gente que ya habían fallecido, así como a su propio abuelito Jensen—todos quienes parecían muy felices. Una persona que confundió mucho a Ella por verlo en el mundo espiritual fue el pequeño Alphie, el hijo de Alphonzo H. Snow. Él había estado en su curso de Escuela Dominical en el Primer Turno y ella desconocía que acababa de morir. Cuando Ella se lo contó a su madre, ésta le dijo: ‘Sí, Ella, el pequeño Alphie falleció también. Él murió temprano esta mañana cuando tú estabas tan enferma. Sabíamos que lo amabas y que sería un golpe para ti, así es que no te contamos de su muerte’. A pesar de eso, ella había reconocido a su pequeño compañero cantando felizmente entre los niños dirigidos por Eliza R. Snow.

Fue mientras estaba sentada allí, escuchando a aquellos niños que ella escuchó una voz que venía a ella en tono imperativo, aparentemente de larga distancia diciéndole: ‘¡Regresa Ella, regresa! Tu trabajo en la Tierra no está completado todavía’. Y a pesar de njo tener ella deseos de regresar, sino por el contrario, sintiéndose decidida a quedarse en aquel hermoso mundo, la voz poseía tal autoridad en la manera en la que parecía figurar que sí, de hecho sacó su espíriru de esa habitación y lo trajo de vuelta a su cuerpo. Sintió el impulso de seguirla y volver a la Tierra, donde ella prosiguió hasta la completud, su misión de vida en la tierra, llegando a ser una madre en israel y haciendo mucho por la gloria de Dios y por su propia exaltación en el servicio de Dios. Ella es ahora reconocida como la señora Henry Wight de Ciudad de Brigham, Utah.

Yo revisé en new.familysearch.org, que es nuestro sitio de red para los Santos de los Últimos Días buscando su historia familiar. Ella nació en torno al 13 de Agosto de 1871, probablemente en Ciudad de Brigham, Utah. (llamada así por Brigham Young.) Ella falleció el 23 de Octubre de, 1957 en Albion, Idaho. Ella se casó el 23 de Marzo de 1895. Ella y Henry fueron los padres de ocho niños.