ECM de Michael G
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Descripción de la experiencia:

En 1994, en un hospital de Texas, tuve un ataque cardíaco en la mesa de operaciones en el curso de una operación para extirparme el apéndice. Varios años más tarde descubrí por que había tenido el ataque cardíaco. Se me había diagnosticado un síndrome de Marfan y soy diabético. A finales de 1994, Roger, mi amigo y el compañero de mi vida, sucumbió en Virginia del oeste a complicaciones del SIDA. Le recé a Dios para que no permitiera que Roger sufriese, sólo quería arrastrarme dentro de la tumba y morir con mi compañero, recé para que Dios me concediese la Muerte. Erraba por Seabrook en Texas como un zombie y bastante a menudo me sentía griposo y llorando, dormía para recuperarme físicamente. Pero eso no bastó en Diciembre del 94, me desperté doblado en dos, fui a la cocina a servirme una taza de té. Creo que tenía una gastroenteritis, el té no me hizo nada. Estaba en apuros, llamé a mi madre y le pedí que fuera a casa de la tía Floria, que estaba al lado, para llamar al 911 (urgencias). Seguí a mi madre, la seguí porque no quería quedarme solo.

La policía llegó con la ambulancia, los enfermeros pensaron que tenía una apendicitis aguda, rápidamente me metieron en la ambulancia, tenía la mirada fija, estaba en estado de shock, me estabilizaron y me llevaron al hospital. Mi recuento de glóbulos blancos era normal y en los rayos X, mi apéndice estaba enrollado alrededor del colon, imagino que tenía miedo de ser fotografiado. Debieron esperar antes de operar, a causa del té, para asegurarse que no había peritonitis. Cuando firmé los papeles de la operación, me sentí en paz. Iba a un sitio donde obtendría respuestas a más preguntas de las que podrían plantearse jamás. A las 6 menos cuarto de la tarde fui llevado en camilla a la sala de operaciones y se me aplicó una máscara de oxígeno amarilla sobre la cara, y se me dijo que respirara a fondo mientras se me inyectaba algo especial, y se me dijo que contara desde 100 para atrás, apenas iba por 97 <<cuando encendí el letrero “No molestar”>>.

Fue como ver una película en un vídeo en el que se hubiese apretado el botón de rebobinado, vi la película hacia atrás, como había transcurrido mi vida, para mí se trata del día del juicio final y luego vi mi nacimiento, un telón rojo cayó, pues era el fin, tranquilo. Inmediatamente después, recuerdo haber visto los proyectores quirúrgicos que iluminan la mesa de operaciones y yo estoy flotando, miré hacia abajo y ví al cirujano y a las enfermeras trabajando sobre la parte inferior de mi abdomen. Con el rabillo del ojo izquierdo vi una chispa de luz blanca llegar por detrás de mí, me giré hacia ella y vi un portal de brillante luz blanca, y un sentimiento de Amor Incondicional proveniente del portal, atravieso el portal volando como si mi pantalón se hubiese incendiado, dentro de la Luz Blanca de Amor Incondicional me sentía en mi hogar, aquello regeneró mi espíritu, había allí un arco de nubes blancas a la deriva por debajo de mí en el cielo azul, el sonido del viento a través de las agujas de pino me hizo saber que estaba en pleno medio de todo. Vi a que se parece el infierno, no hay fuego y azufre con almas torturadas, no, el infierno son acantilados de un oro de color muerto, recorridos por las Sombras de la oscuridad del alma.

Vi a mi abuela que murió en West Palm Beach en Florida en enero de 1972. La belleza de mi abuela era tal que yo aún la recordaba. Ella me tuvo en sus brazos y yo la tuve en los míos. Me habló sin mover los labios. Me dijo que les transmitiera un mensaje a mis 2 hermanos, Harold y Richard, a mi hermana Ángela y a mi madre: “El arrepentimiento es fácil, pidiendo perdón se aprende una lección, porque hay que perdonarse a uno mismo por haber herido a otro cualquiera.”. La persona que vi a continuación fue Big Joe, muerto de una afección en Florida en 1981. Big Joe me dijo que le transmitiera un mensaje a su mujer Kathleen: “No dejes que la amargura destruya la Rosa que eres, Kathleen, te esperaré.”. Big Joe tampoco movió los labios. La persona que vi luego, fue el amor de mi vida: Roger, de Pennsilvania. Le llamé: “¡Roger, Roger!” y flotamos abrazados el uno al otro, nuestras almas se volvieron Una de nuevo, como ya lo habían hecho una vez mientras hacíamos el amor en un Jacuzzi en Tampa, en Florida, en 1986. Roger se volvió hacia atrás diciendo, sin mover los labios, que yo tenía que volver, que me esperaría. Me sentía desorientado, Roger había partido, permaneciendo delante de la imagen de nuestro Señor Jesucristo instantes después de haber muerto en la Cruz. Oí las voces del equipo quirúrgico que gritaba mi nombre y vi mi cuerpo abajo del túnel, lo siguiente que recuerdo es a alguien levantándome cada uno de los párpados, enfocándome con una lámpara en los ojos y diciendo: “Ha vuelto.”.