ECM de Karen H
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Descripción de la experiencia:

Estaba en el trabajo el día anterior a mi temprana toma de licencia por maternidad. Estaba embarazada de 8 meses, pero había estado tan fatigada desde hacía 2 días que me costaba funcionar. Me sentía confusa, agotada, decaída y aquella mañana me había dado cuenta de que mi área perineal se había vuelto completamente azul. Me había quejado tanto durante el embarazo que decidí que fuera lo que fuese podría esperar. Tenía una cita con el médico a las 14h ese mismo día. Le iba a pedir que me firmase una baja laboral, pero fuera como fuese no volvería al trabajo hasta que me sintiera con más energía.

Estaba en el comedor terminando una “fiesta prenatal” (N.T.: “baby shower” en el original: costumbre estadounidense de hacerle una fiesta a la embarazada regalándole baberos, pañales, etc. y jugando a juegos) que mis compañeras de trabajo me habían dado cuando sonó el teléfono y era para mí. Me levanté y fui hacia el teléfono, momento en el que una mujer pasó a mi lado y me preguntó: “¿Cuándo vas a tener el bebé?”. Hacía mucho tiempo que me había cansado de aquella pregunta y de la respuesta que siempre tenía reservada: “Todavía no”. Por lo que aquella vez dije: “En cualquier momento”. ¿Precognición? No creo. Más bien coincidencia.

Me puse al teléfono y era mi marido. Nunca me llamaba al trabajo, por lo que me alarmé un poco. Llamaba para decirme que la transacción concerniente al coche que él quería se había efectuado, y había cambiado su viejo y abollado “Gremlin” por el nuevo “Gran Prix”, y que llevaría más temprano a nuestra hija de 4 años a la niñera. No estaría en casa el resto del día, y sintió como si necesitase decírmelo por alguna razón. Iría a trabajar a las 14h 30. Eran las 10h.

Esto ocurría en 1986. La gente normal de entonces nunca había oído hablar de los teléfonos móviles, por lo que su llamada resultó ser providencial. Mientras estaba allí de pie escuchándole por teléfono, de repente sentí como si fuera a mojar los pantalones. Creí que había roto aguas, de pronto un líquido fue proyectado fuera de mí con tal fuerza que pareció explotar en el suelo, salpicándolo todo. Miré abajo, y ví mi propia sangre manar de mí a una velocidad tan alarmante que me sentí mareada. No sé si había perdido tanta sangre que empecé a perder el conocimiento, o si sólo me desvanecí a la vista de mi propia sangre. Grité al teléfono: “¡Oh Dios mío, Butch! ¡Me estoy muriendo! ¡Debes venir aquí ahora!”. Entonces arrojé el teléfono con todas mis fuerzas a través del cuarto.

Mis compañeras de trabajo (todas mujeres) me rodearon y me ayudaron en una mesa de almuerzo. Una corrió y llamó a mi médico. Había anunciado importantes números de teléfono a los que llamar en caso de que pasara algo 2 días antes, y mi supervisora Katty me dijo más tarde lo agradecida que estaba de que lo hubiese hecho. El médico les dijo que me llevaran a su consulta, sin darse cuenta de la gravedad de mi hemorragia. Empezaron a hacer planes para llevarme al médico, pero mi estado era tal que ahora ni siquiera me podía sentar, había empezado a perder y a recuperar la consciencia, aunque estuviera despierta. No paraba de oír gotear agua y les pedí varias veces que cerrasen el grifo. Seguía goteando, y volví la cabeza para ver que había perdido tanta sangre que ésta había llegado hasta la pared del comedor (unos 5 metros) y luego a lo largo de la pared (unos 4 ó 5 metros más). Katty me vio jadear horrorizada y dijo: “No es agua lo que está goteando. Es sangre.” En ese momento supe que iba a morir. Tenía consciencia de estar de alguna manera separada de todo, sin temor, sin preocuparme en absoluto, contrariamente a la que pensé siempre que sería mi reacción cuando supiera, aunque fuera durante un momento, que mi vida corría peligro. Estaba tranquila.

El fiasco continuaba en el comedor. Hubo confusión respecto a dónde debería ir, y entró la supervisora de mi departamento y atajó el asunto diciéndoles a todos que se fueran, y a Katty que llamara a una ambulancia. Yo estaba yendo al hospital. No estaba preocupada en aquel momento. No sentía ningún dolor. No estaba preocupada por mi seguridad o por la del niño. Tan sólo sabía que estaba en paz. Cuando la ambulancia llegó, alguien les dijo a los asistentes que yo tenía una hemorragia nasal. Entraron y no estaban en absoluto inquietos. Toda la sangre había sido limpiada. La chica asistente me preguntó si este era mi primer embarazo, mientras me acariciaba maternalmente la mano. Supe que no había comprendido, y no sentí una urgente necesidad de explicarle que llevaba 4 ó 5 coágulos del tamaño de pelotas de sófbol en mis medias. (N.T.: “softball” en el original: especie de béisbol, mayoritariamente femenino, en el que la pelota es algo mayor que en el béisbol). Lo trataron todo como un viaje rutinario al hospital. Me instalaron en una camilla y salieron andando. No me pusieron perfusión intravenosa, no miraron debajo de mi ropa, no me preguntaron nada, salvo si tenía contracciones. No encendieron los girofaros ni las sirenas para el trayecto al hospital.

Llegamos allí en unos 5 minutos pues estaba a unas 6 manzanas aproximadamente. Me descargaron, me subieron en ascensor al tercer piso y me aparcaron en el pasillo frente a la oficina de enfermeras, dejando mis documentos en la ventanilla. “Alguien estará contigo en un minuto”: dijo la muchacha con suficiencia. Aún a día de hoy, creo que se pensaba que no me hallaba en peligro en absoluto. Pareció adoptar la actitud de que yo era una joven nerviosa por ir a dar a luz, que había sufrido una hemorragia nasal.

Permanecí allí poco tiempo, pero no sé cuánto realmente. Fue en este momento cuando empecé a sentirme separada de mi cuerpo. Al principio sentía frío, pero no era incómodo. Sentía como si estuviera flotando un poco, deslizándome dentro y fuera de mi cuerpo sólo un poco. Ninguna visión desde arriba ni nada parecido. Pero oía conversaciones en diferentes habitaciones. Todas a la vez. Nada importante. Ví a los camilleros en una sala de descanso comprando galletas saladas de queso marca “Lance”, tratando de sacar el paquete de la máquina expendedora. De alguna manera parecía estar bloqueada. Yo parecía estar viendo esto desde lo alto del marco de la puerta. Y luego estaba de vuelta mirando al techo del pasillo. Me sentía tan en paz. Me sentía feliz y libre y como si se me hubiese quitado un peso. Pensé brevemente en mi marido y en mi hija pequeña, cómo me echarían de menos, cuán necesario sería que estuviese allí para ambos dos. Pero en realidad no quería quedarme. Quería flotar. Quería ser libre otra vez, pero seguía sintiendo el peso de mi cuerpo que me empujaba hacia su interior. Seguía sintiendo la necesidad de irme, pero al mismo tiempo sentía como si, por alguna razón, no me estuviese permitido. Sin cesar era devuelta a mi cuerpo antes de poder dejarlo, pero no sentía ningún empuje.

Permanecí allí poco tiempo, el suficiente sin embargo como para morirme desangrada casi. Sentí que un calor se me acercaba y me di la vuelta para mirar. No podía hablar, no me quedaba ninguna energía. Gasté toda mi energía tan sólo en girar en mi cabeza. Ví a una enfermera acercarse a mí y decir: “No tienes buen aspecto” mientras levantaba la sábana. Gritó un código. Vinieron personas corriendo de todas partes, el carro empezó a rodar, y de alguna manera sentí durante un segundo que era dejada atrás y entonces mi “visión” cambió y estaba mirando otra vez arriba hacia el techo. De allí en adelante me quedé con mi cuerpo. Pero de repente me preocupé por el bebé. Sentía como si estuviese muerto. Sentía miedo y confusión.

El personal se precipitaba a mi alrededor, poniendo perfusiones intravenosas, comenzando una transfusión sanguínea, conectando monitores para mí y el bebé. Sentí una oleada de calor (la sangre y la medicina que me estaba siendo administrada me golpearon como una cálida manta dejada caer sobre mí). Me sentí enérgica y pregunté por el bebé. ¿Está vivo? Nadie me respondió. Mi marido entró con mi niña. Le dije que la quería y que fuese una buena chica con papá mientras mamá estuviese enferma. Me deslicé en la inconsciencia, pero no me acuerdo de nada. Desperté mientras una enfermera quitaba el monitor del bebé. Le pregunté que por qué lo quitaba. No me contestó. Le dije que lo dejara. Ella siguió quitándolo. Insistí. Lo dejó y se marchó apresuradamente. Entró el doctor. Me dijo a mí y a mi marido que el bebé había fallecido. Yo tenía menos de un 30% de posibilidades de sobrevivir a una cirugía de extracción del bebé, iban pues a dejarme parir naturalmente. Reuní mis fuerzas y le dije que el bebé estaba vivo. Quería que dejasen el monitor en su sitio. Había oído los latidos de su corazón cuando no había nadie en la habitación. El médico dijo que aquello era imposible. Mostró el monitor y en ese momento el corazón del bebé no latía, había que aceptar el hecho de que se había muerto, mi tarea ahora consistía en sobrevivir.

La enfermera intentó de nuevo quitar el monitor y le grité a mi marido que les detuviera. “No les dejes, Butch. Está vivo. ¡Oí su corazón! ¡Lo oí!” Con una mirada comprensiva, el médico le hizo señas a la enfermera para que lo dejase. De repente, el monitor comenzó a sonar. ¡Después de todo, el corazón de mi bebé latía! En 7 minutos, estábamos en el quirófano, el bebé fue de nuevo reanimado y yo llevaba camino de recuperarme.

Volví a casa 5 días más tarde, débil y físicamente agotada, pero sintiendo un nuevo sentido de la vida. No temía la muerte como siempre lo había hecho hasta ahora. Realmente, no ví ni hablé con ningunos “seres” entonces, pero sentí la liberación de mi cuerpo ocurrir muchas veces, para acabar obligada a volver a él, confinada. Sentí un breve momento de libertad, de ser soltada de los límites de la caja en la que estaba, y era momentáneamente estimulante. Sabía que cualquiera que fuese la naturaleza de esta liberación, era algo placentero, no un horror.

Me llevó un año recuperarme físicamente. Durante este tiempo, invertí innumerables horas diariamente echada en el suelo con Thomas y mi hija Julie, enseñándole cómo sentarse, darse una vuelta, ejercitar sus diminutas piernas. Él no se desarrolló. Su cabeza creció desmesuradamente en relación a su cuerpo. Fui advertida repetidamente por el grupo pediátrico de que no esperara milagros. Thomas había tenido un Apgar de 3 al nacer. Era crítico. 5 minutos más tarde, volvieron a medirlo y dio 6. Apenas por encima de la cota de referencia de 5. Nadie podía conocer el grado de los daños sufridos mientras su corazón no latía. La placenta donde se hallaba se había roto, lo que significa que se había arrancado del útero prematuramente. Sin que me diera cuenta de ello, gran parte de la sangre que se supone debía proporcionarle se había escapado encharcándose en el útero. Yo me desangraba despacio, internamente, sin signos externos, salvo el área perineal azul y mi fatiga y extrema palidez. La mujer normal pierde al niño durante este episodio y si sobrevive hay daño cerebral por falta de oxígeno. Los efectos en el niño son por lo general devastadores o fatales. La madre muere a veces, y si sobrevive, muchas veces debe tener una histerectomía para parar la hemorragia. Me habían dicho esto muchas veces. Mi caso era diferente.

Hasta que Thomas tuvo 11meses, no rodó por el suelo, no se sentó ni mostró interés en levantarse. Todo lo que hacía era estar allí y sonreír mientras su cabeza crecía enormemente y su cuerpo seguía siendo del tamaño del de un bebé. Terminé por temer las visitas del médico y todo su pesimismo. Aborrecía oírles decir que: “Esto va mal, tiene que hacer más, prepárese para lo peor, espere lo mejor”. No lo aceptaba. Seguí con la terapia física diaria en el suelo y cuando no estaba en el suelo siempre lo tenía en mis brazos. No me atreví a matricularlo en la guardería por miedo a que al estar echado en una cama de bebé todo el día se obstaculizasen sus progresos. A veces lloraba cuando estaba sola. No quería que fuese un discapacitado por esto. Y recé duro.

Entonces un día, Thomas rodó por el suelo. ¡Llamé al médico llorando! ¡Una semana más tarde se sentó y hacia el final del mes daba su primer paso! Esperé un milagro y obtuve uno. Su cuerpo empezó a crecer y cuando tuvo 2 años era un niño sano normal. Hoy, Thomas tiene 15 años. Es un chico de buen corazón, próximo a mí y ha compensado con creces su lamentable debut en la vida. ¡Ahora mide 1’80 m y pesa 105 Kg! Calza un 47. Nadie creería que hubo un tiempo en que fue duramente criticado por ser un retrasado mental.

Creo que de alguna manera todos los acontecimientos ocurrieron en secuencia para permitirme experimentar esto. Experimenté extraños sentimientos y sensaciones que eran consoladores incluso al borde de la muerte. Profundicé algo mi comprensión de la vida, y ésta ha seguido haciéndose más profunda a lo largo de los años.

No he mencionado que algunas semanas tras haber traído de vuelta a casa a Thomas, una tarde nos tumbados todos para echar la siesta. Thomas generalmente dormía 4 horas y Julie dormía realmente poco, permaneciendo simplemente echada en su cama jugando. Yo pensaba dormir unos 15 minutos en el canapé. Como siempre he tenido el sueño ligero, no me preocupaba demasiado por el hecho de que Julia estuviese despierta. Ella permanecería en su cama al menos durante este tiempo. Salté sobre el canapé e inmediatamente caí en un sueño muy, muy profundo, diferente de todo lo que conocí antes o después.

Me acuerdo de haberme tumbado pero no de haberme dormido. Como suele decirse, me dormí en cuanto mi cabeza tocó la almohada. Cerré los ojos y me pareció que caía. Era como si hubiese abierto los ojos y que hubiese por todas partes una luz brillante, dulce, parecida al sol pero más blanca. Yo caminaba sobre una acera, miré al otro lado de la calle y vi una hermosa criatura que identifiqué como un “ángel”, iba en sentido contrario. Mientras volvía la cabeza para “verle”, me miró y de repente me encontré frente a él. Era tan bello, tenía los cabellos largos y blancos parecidos a la seda con algunas ondulaciones, llevaba una toga blanca suelta atada a la cintura con una gruesa cuerda blanca y el escote llamó mi atención. Era muy bajo, casi por la cintura y el pecho estaba descubierto. Éste parecía de cera, con muchos relieves musculares. Era muy atractivo, sus ojos eran de un azul penetrante y sólo podía mirarlos brevemente. Contemplé su pecho que era más alto que mi cabeza. Parecía muy alto, muy musculoso, fuerte y sin embargo amable y poderoso. Oh, tenía unas enormes alas ondeantes surgiendo de su espalda. Estaban arqueadas por encima de su cabeza, estrechas y completamente blancas. Yo estaba sobrecogida y me sentí humillada, demasiado humillada para hablar. Me dijo telepáticamente: “Tengo algo muy importante para ti, para que lo hagas”.

Yo pensé: “¿De qué se trata?” pero no dije nada. Él oyó mis pensamientos y dijo: “Lo sabrás cuando legue el momento. Pero tienes una importante asignación”. Me sentí especial. Me sentí amada y como si brillase desde dentro. Yo no podía entender qué era aquello que se le podía asignar a alguien como yo, pero fuera lo que fuese estaba dispuesta a hacerlo. No me sentía insignificante y no me sentía amedrentada. Me sentía fuerte y capaz. Me sentía con arrestos para llevar a cabo mi tarea fuera la que fuese. Quería hacer más preguntas pero sabía que no era necesario. Eso era todo lo que tenía que saber. Y luego abrí mis ojos.

El brillo en el cuarto se había atenuado a una débil luz de puesta de sol. ¡¡Miré el reloj para ver cuánto había dormido y me sobresalté al comprobar que había dormido 3 horas!! Salté y me lancé al cuarto de mi hija de 4 años, temiendo encontrarme con que había desaparecido, se había herido o en algo serio. Nunca antes la había dejado tanto tiempo sola. ¡Me sentía aterrorizada! Tenía la costumbre de meterse en toda clase de líos. Pero allí estaba, profundamente dormida. No sé cuánto tiempo de siesta llevaba porque me dormí mucho antes que ella. Pero ella nunca dormía la siesta. No podía creerme que había dormido hasta la puesta del sol. Fui a ver a Thomas. Empezaba a moverse y a despertarse. Estaba sencillamente asombrada de que todo estuviese tan tranquilo, tanto tiempo y que yo hubiese dormido 3 horas. Y recordé el sueño. Me senté en el canapé y medité en los detalles largo tiempo. Nunca lo olvidaré y nunca he tenido otro como él. Lo llamo sueño pero era mucho más que esto. Estaba convencida entonces de que era verdadero y lo sigo estando ahora. Únicamente que no puedo explicar la diferencia entre mis sueños y este “episodio”. La profundidad y el realismo eran inexplicables.

Sigo sin saber cuál es mi especial “asignación”. Tal vez sea quedarme en casa con Thomas hasta que sea capaz de desenvolverse adecuadamente. Tal vez mi asignación aún me esté esperando por el camino. Sea lo uno o lo otro estoy lista. Estoy lista para lo que se me cruce en el camino. Busco alguna manera de salir de caminos trillados y hacer algo bueno por alguien. Busco maneras de entender. Ahora soy más compasiva. Y soy sensible a historias de otros sobre el mismo asunto. Realmente creo que estas cosas se producen. Si sólo en nuestras mentes o bien fuera, en el vasto campo de energía que existe todo alrededor de nosotros, no tengo respuestas. En realidad, ni siquiera tengo preguntas. No nos es dado saber. Todavía.

¿Alguna medicación asociada o sustancias que puedan haber afectado a la experiencia? No.

¿La experiencia fue difícil de expresar con palabras? No.

¿En el momento de la experiencia, existía una situación amenazante para su vida? Sí.

Describa: embarazo terminado en arrancamiento de placenta (placenta abrupta), grave hemorragia, dejada sola en el pasillo del hospital hasta que la enfermera pasó por allí, notando mi extrema palidez y mi mirada fija.

¿Cuál era su nivel de consciencia y de vigilancia durante la experiencia? me sentía muy lúcida mentalmente, físicamente no sentía nada en absoluto.

¿Fue la experiencia de algún modo parecida a un sueño? Pues bien, el segundo episodio, en el que describo un sueño, se produjo durante una siesta. Supuse durante algún tiempo que se trataba de un sueño. Es igualmente la única manera de describirlo a fin de que los demás comprendan de lo que hablo. Pero no tengo el sentimiento de que se tratase de un sueño. Tenía profundidad, un inmenso realismo, intensidad, era una experiencia fuente de sabiduría, aunque no recuerde haber aprendido nada.

¿Experimentó una separación entre su consciencia y su cuerpo? Sí.

Describa su aspecto o forma cuando estuvo fuera de su cuerpo: no puedo describirlo de otro modo que por la manera en que me sentía: ligera. No bajé la mirada hacia mí misma. Es como si hubiese visto un trozo de película desde puntos de vista diferentes. Una vez experimenté algo que se le aproximaba: jugaba a un videojuego, presioné una tecla para cambiar de vista e inmediatamente pude ver desde un ángulo diferente. Mi experiencia era parecida. Nunca me miré a mí misma. Mi visión cubría prácticamente 180º sin girarme. Podía ver desde lo alto, en zoom, en panorámica, cambiando tan rápidamente de vista que el tiempo parecía no existir.

¿Qué emociones sintió usted durante la experiencia? Paz, quietud, felicidad, liberación, libertad, ligereza, fuerte sensación emocional de ser elevada y flotar.

¿Oyó usted algún sonido o ruido extraños? No.

¿Pasó usted por, o en, un túnel o recinto? No.

¿Vio usted una luz? No.

¿Encontró usted, o vio, a otros seres? Sí.

Describa: en el episodio del segundo “sueño”, me sentí en un profundo sueño y me encontré andando por la calle de una hermosa ciudad. Parecía algo así como cristal líquido, traslúcido y blanco brillante. Pensé que alguien estaba conmigo, marchando a mi lado, pero no recuerdo haber visto a nadie, sea quien fuere, ni siquiera a mí misma. De nuevo, tenía una visión “cámara”, de primer plano.

¿Experimentó usted una revisión de acontecimientos pasados de su vida? No.

¿Observó usted u oyó, durante su experiencia, algo relacionado con personas o acontecimientos que pudiera ser verificado más tarde? Sí.

Describa: bueno, no lo comprobé, pero ví a los de la ambulancia intentando sacar galletas saladas de queso de una máquina expendedora donde parecían estar bloqueadas. Sé que la zona de las máquinas expendedoras estaba en el otro extremo del pasillo, no lo suficientemente cerca como para que hubiese podido oír este guión por casualidad o incluso haberlo visto. Oí los latidos del corazón de mi hijo mientras no había nadie en la habitación y cada vez que lo dije, la enfermera consultó la cinta sin encontrar, evidentemente, ningún indicio. Los cuidadores siguieron queriendo quitar el monitor mientras el corazón del bebé no se pusiese a latir estando ellos allí. Si se hubiesen llevado el monitor, nunca hubiesen sabido que su corazón arrancó de nuevo. Habría nacido naturalmente, lo que quizás me hubiese costado la vida y seguramente la suya.

¿Vio usted o visitó dimensiones, niveles o lugares hermosos o de alguna otra manera peculiares? Sí.

Describa: no durante la ECM, sino más tarde, en el “sueño”.

¿Tuvo usted alguna sensación de alteración del tiempo o el espacio? Sí.

Describa: me sentía liberada de una “caja” (mi cuerpo) tenía la sensación de flotar ingrávidamente, como si estuviese en todas partes a la vez, si bien nunca dejé la planta del hospital.

¿Tuvo usted la sensación de tener acceso a una sabiduría especial, a un orden y / o propósito universal? No estoy segura.

Describa: sentía su presencia, pero no se me permitió acceder.

¿Alcanzó usted un límite o una estructura física de delimitación? No lo sé seguro.

Describa: tenía la impresión de que el techo era el origen de mi visión, el ángulo desde el que miraba. En relación a la visión que tenía, debía de estar contra el techo en la sala de descanso, mirando hacia abajo por detrás de la zona de las máquinas expendedoras. No sentí la presión del techo, sólo que me encontré brevemente en lo alto, contra el techo y luego de regreso al cuerpo.

¿Se dio usted cuenta de futuros acontecimientos? No lo sé seguro.

Describa: tengo una sensibilidad acrecentada al lenguaje corporal, a las verdaderas emociones y motivaciones de las personas, aunque no oigo lo que piensan ni nada por el estilo. Parezco percibir más sobre la gente de lo que los demás hacen y a veces mis amigos me miran con extrañeza como si me lanzase a sacar conclusiones demasiado rápidamente. Más tarde, por lo general, resulta que yo tenía razón.

¿Se implicó usted en, o fue consciente de, una decisión de vuelta al cuerpo? No.

Describa: parecía de alguna forma haber sido llevada allí, probando la libertad pero incapaz de alejarme, entrando y saliendo muchas veces, aunque sólo fuera hasta el techo.

¿Como resultado de su experiencia, ha recibido usted dones psíquicos, paranormales u otros dones especiales que no tuviera antes de la misma? No estoy segura.

Describa: ver la pregunta 18. Parece haber aumentado mi sensibilidad a la gente en general, y que soy capaz de ver más claramente sus motivaciones que otros.

¿Tuvo usted tras su experiencia algún cambio de actitudes o de creencias? Sí.

Describa: ya no temo a la muerte, ninguna experiencia religiosa profunda, además me interesé por la religión y la estuve explorando durante algún tiempo.

¿Ha afectado la experiencia a sus relaciones? ¿Vida diaria? ¿Prácticas religiosas etc.? ¿Opciones de carrera? Aparte de una sensación de paz y de algún designio desconocido, no creo que haya nada más.

¿Ha compartido usted esta experiencia con otros? Sí.

Describa: sólo algunas personas. Marido, amigos y familia lo rechazaron. La única que se lo tomó en serio fue una amiga mía testigo de Jehová. Me escuchó atentamente y me creyó, y me dijo francamente que no tenía ni idea de lo que era, pero que si aquello me pareció real es que debía serlo.

¿Qué emociones experimentó usted después de su experiencia? Extrema vinculación con el niño, profundo sentimiento de paz cuando llegue la muerte, sin miedo a la misma. Sensación de tener un designio, aunque aún no sepa cuál es.

¿Cuál fue la mejor y la peor parte de su experiencia? Lo mejor fue la sensación de libertad. ¿Lo peor? La recuperación física y la consiguiente depresión.

¿Hay algo más que quisiera añadir en relación con la experiencia? No.

¿Ha cambiado su vida específicamente a consecuencia de su experiencia? No lo sé seguro.

Describa: puede que madure con la edad, pero parece que no temo cosas como antes.

¿Tras la experiencia, ha habido otros elementos en su vida, medicamentos, o sustancias que hayan reproducido parte de la experiencia? No.

¿Las preguntas planteadas y la información que acaba usted de proporcionar describen exacta y exhaustivamente su experiencia? Sí.

¿Por favor ofrezca alguna sugerencia que usted tenga para mejorar el cuestionario de www.nderf.org? Ninguna.