John y Mary Alice SMR
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Descripción de la experiencia:

¿Somos almas gemelas o algo más? Nunca oí hablar de “alma gemela” ni sabía lo que quería decir eso hasta hace unos cinco años, sin embargo sé que mi relación con mi mujer es más que un simple matrimonio. Siempre sentí que era un destino. Parece que una fuerza suprema nos reunió. Voy a contar mi historia y dejaros, lectores, que vosotros mismos decidáis.

Me casé con mi primera mujer en 1975. Como mínimo hay que decir que no era realmente un matrimonio, pero fui educado en un entorno donde la mayoría de mis parientes (incluidos mis padres) vivían complicadas relaciones, para mí eso era la norma. Las cosas no mejoraron en los siguientes dos años, pero habiendo sido educado en una moral religiosa estricta, me comprometí a hacer que funcionara y sacar el mayor partido posible. Jamás le conté a nadie mis problemas de matrimonio ni hasta qué punto era difícil hacerlo funcionar.

Por aquel entonces, yo trabajaba en un concesionario de automóviles y en noviembre de 1977, una nueva chica fue contratada como cajera en la oficina. Era tres años mayor que yo, estaba casada y tenía un hijo. Su nombre era Mary Alice. La encontré guapa y con una gran personalidad, podría haber sido mi hermana. Tras algunos meses, nos hicimos amigos y charlábamos a veces y hasta salimos a veces con nuestros respectivos cónyuges. No había atracción física, sólo disfrutaba de su amistad.

De vez en cuando, el fabricante se reunía con los concesionarios de la zona en un hotel local por la tarde. Estas reuniones eran para los gestores, pero cuando éstos tenían compromisos previos, me preguntaban si quería ir yo. Generalmente aceptaba… después de todo la comida y las bebidas eran gratis y pasaba una noche fuera sin mi esposa. La tarde antes de la reunión, Mary Alice se me acercó. Me dijo que ella también iría esa tarde y que si podía llevarla. Hicimos los preparativos para que se encontrara conmigo en mi casa y entonces ir para allá. Era a principios de marzo, justo después de la gran tormenta de nieve de enero de 1978. La nieve seguía en el suelo y la temperatura rondaba por debajo de los 30º grados. Llegamos al hotel y nos juntamos en el salón con los representantes de los otros concesionarios.

Tras algunas consumiciones e intercambios, llamaron para cenar. Mary y yo nos fuimos cada uno por su lado antes y durante la cena, para luego encontrarnos de nuevo tras la cena en el salón. Empezó a hacerse tarde y la gente empezó a irse uno tras otro. Pronto nos encontramos siendo los dos únicos que quedaban de la reunión. Se acercaba la medianoche y decidimos que era hora de irse. Ya, las temperaturas de la noche habían alcanzado una horrible frialdad amarga de 5º. Nos apresuramos al coche sólo para hallarlo apelmazado en una pesada capa helada que precisó de algún esfuerzo para limpiarla. Con tanto frío, se me quitaron las ganas de salir del coche a limpiar el parabrisas. Por lo que con el motor en marcha, nos sentamos ambos ahí tiritando como dos judías saltarinas con los dientes castañeteándonos como martillos neumáticos.

Mientras me quejaba del frío, Mary se me acercó despacio sin otra intención que la de calentarnos mutuamente. Lentamente, el coche empezó a calentarse al igual que nosotros. Cuando dejamos de tiritar, nos encontramos cálidamente abrazados. Lentamente, giramos la cabeza el uno hacia el otro hasta quedar nariz con nariz. Entonces ocurrió…un beso…el beso que inauguró nuestras nuevas vidas. Ambos estábamos casados, pero aquello parecía tan natural… ¿cómo podía ser esto? No era una conducta que siguiéramos ninguno de los dos, lo sabíamos bien; no éramos la clase de personas capaces de hacer eso. Mary también tenía convicciones morales muy fuertes. Sin embargo…¡¡ERA TAN NATURAL!! Por una noche, no estábamos casados, éramos dos barcos a la deriva que chocaban en mitad de la noche. Nos besamos una y otra vez y luego más y más.

Cuando por fin el coche se calentó completamente, empecé a conducir en dirección a casa con mi brazo alrededor de Mary Alice. Hablamos mutuamente de nuestros matrimonios y de lo terribles que se habían vuelto. Ello fue una sorpresa para ambos, pues ninguno de los dos sospechó nunca que el otro llevara una vida tan terrible con su cónyuge. Cuando dejé a Mary en su coche, me di cuenta de que aquello probablemente no era más que una señal de que debía romper mi matrimonio. Me fui a la cama aquella noche tratando de darle algún sentido a lo que había ocurrido aquella velada.

Al día siguiente en el trabajo, no me acerqué a Mary hasta el almuerzo, y sólo para que me diera algo de cambio para un refresco. Cuando me dio el dinero, me miró y dijo: “La última noche nunca sucedió, tan sólo olvídate de ello, tengo un marido y un hijo en quienes pensar.” Fue una de las pocas veces en mi vida en que me resistí a la petición de alguien y pregunté: “No puedo olvidarlo así como así. Anoche pasó algo. ¿Cuándo puedo verte de nuevo?” Sin ninguna vacilación por su parte contestó: “El viernes por la noche. Estaré en mi segundo trabajo y saldré hacia las diez o por ahí.”

Llegó la noche del viernes, y le dije a mi esposa que iba a salir fuera con algunos compañeros de trabajo. Encontré a Mary en el teatro donde trabajaba y la llevé a un pequeño restaurante italiano. Hablamos durante horas de nuestras vidas, de nuestras familias y de nuestros matrimonios. No fue hasta esa noche cuando me di cuenta de hasta qué punto Mary era una maravillosa persona. Nos separamos otra vez y me di cuenta por fin de que debía romper mi matrimonio. No dejaba a mi esposa POR Mary Alice…pues no había ningún compromiso por ninguna de las dos partes de que nos fuéramos a vivir juntos, sino más bien dejaba a mi esposa A CAUSA de Mary Alice. Ella me mostró que hay una forma mejor de vivir y estaba determinado a estar (si no con ella) con alguien como ella.

Ese domingo por la noche le dije a mi mujer que nuestro matrimonio se acabó y antes de la tarde del lunes la abandoné. El lunes llamé a mis padres desde el trabajo y les dije que volvía a casa. Entré a la oficina y le agradecí a Mary lo que hizo por mí, recogí algunos efectos personales y me fui a casa de mis padres. Aquella tarde, sobre las 8h, sonó el teléfono. Mi madre contestó, me pasó el teléfono y me dijo que era Mary. Yo estaba frustrado pues no quería hablar con mi mujer tan pronto. ¡Ah! Olvidé deciros que el nombre de mi mujer era Mary…Mary Ellen. De mala gana, contesté al teléfono y, para gran sorpresa mía, era Mary Alice. Parece que sólo quería verificar cómo iba todo. Le dije que toda mi familia me acogió en casa con los brazos abiertos y que todos ellos sabían que mi mujer era una bruja. Intuyo que no logré ocultarles nada a mis padres. Pude oír muchos ruidos de fondo durante nuestra conversación y supe que no se encontraba en su casa. Le pregunté que dónde estaba y me dijo que en casa de sus padres. Entonces cayó la bomba. Había dejado a su marido. Le dije que yo no quería que abandonara a su marido por mí y me aseguró que no lo hizo por mí. Pero, en realidad, ambos sabíamos que ella lo hizo…y que yo lo hice por los mismos motivos. En menos de una semana, habíamos encontrado lo que habíamos buscado, lo que habíamos tratado de encontrar, durante 20 años. El uno al otro.

Así comenzó una historia de 6 meses de citas secretas, cenas en lugares apartados y largas conducciones vespertinas. Nuestro amor se hacía más profundo con el paso de los días. Tuvimos muchas despedidas lacrimosas al saber que estaríamos días sin vernos. Lo más duro fue en el trabajo, pasando el uno junto al otro en la oficina o en el garaje sin poder tocarnos, abrazarnos o consolarnos mutuamente.

Hicimos bien pronto un compromiso y fue que si, llegado el momento, uno de los dos quería dejar la relación, el otro le dejaría marchar libremente…sin preguntas, sin argumentos. Vean, ambos veníamos de una situación terrible y no queríamos cometer el mismo error otra vez. Aunque esto podía hacerle daño a uno de los dos, queríamos lo mejor para el otro. Y ASÍ FUE. Llegó un momento en que Mary fue invitada a salir a tomar unas copas con un cliente muy rico. Se sintió muy halagada y aceptó.

Mientras dejábamos el trabajo, me habló de los datos que tenía y me aseguró que se trataba de una reunión estrictamente social y platónica. A mí no me hacía ninguna gracia y ella lo notó, pero yo sabía que si nuestra relación iba a prosperar, qué mejor manera de averiguarlo que probándola. No quiero entrar en detalles porque aún a día de hoy sigue siendo dolorosa, pero cuando llegué a casa (unos 35 minutos conduciendo) el teléfono estaba sonando y era Mary Alice. Al principio pensé que había cambiado de opinión y llamaba para hacerme saber que no había ido a aquella casa. ¡Qué equivocado estaba! Algo había pasado…algo que entonces nunca me reveló del todo. Simplemente, no quería hablar de ello. Me dejó entrever lo suficiente para que me diera cuenta de que un encuentro sexual había ocurrido aquella tarde.

Fue algo que me corroería emocionalmente durante años. No fue hasta mediados de los años 1990, mientras pasaba por un muy poderoso recuerdo emocional de este acontecimiento, que fui capaz de sacar la verdad profundamente escondida que Mary había enterrado profundamente en su mente. Me levó unos tres días de búsqueda en el pasado, extrayendo sus memorias. ELLA NO PODÍA ACORDARSE. Finalmente hice un comentario hiriente que la hizo llorar…llorar como nunca lo había hecho antes… y entonces paró. Silencio sepulcral. Alcé la vista a su cara y vi el horror y el dolor en sus ojos. Con un temblor de labios dijo en voz baja: “Fui violada. Él me violó.” Ella no había estado en su casa más de 15 minutos. Recuerdo que me dijo por teléfono que sólo pensaba en mí: “¿Qué hacía yo allí?... Lo que hacía era tenerte a ti.” También recuerdo que mencionó que estuvo a punto de ser violada.

Ella por entonces no podía decirme exactamente lo que le había pasado. Mary temía que yo realizase algún gesto dramático que pudiese no sólo amenazar nuestra relación sino también degenerar en actos criminales. Tenía razón; yo habría matado a ese bastardo. En cambio, prefirió cargar con la culpa de lo que había pasado y contarme sólo parte de lo que pasó. Hizo una apuesta… Podría haberla abandonado, pero tuvo suerte…la suerte de los irlandeses. Mirando ahora hacia atrás, sinceramente creo en la intervención de una fuerza suprema, Dios si queréis, que la abofeteó en plena cara: “¿Qué haces aquí? Te he dado todo lo que necesitas. No tienes por qué buscar más lejos.”

Ahora llevamos más de 24 años juntos, más enamorados que nunca, con la eternidad por delante.

Dos apuntes más de interés. Aproximadamente una semana antes de aquella fría noche de marzo tuve una ensoñación que me despertó de un profundo sueño. Un ensoñación como nunca antes o después he tenido. Era corta y sin diálogo.

Estaba sentado en una cafetería al aire libre; era tarde, quizás de noche, con una pesada niebla en el aire. Las siluetas de dos personas venían andando hacia mí. Miré hacia abajo para leer el periódico y sentí la presencia de una de las personas que se sentaba en mi mesa. Alcé la vista y era Mary Alice.

Fue como si ese sueño fuera un presagio, un signo precursor de las cosas que iban a llegar.

El otro punto de interés es que sólo hubo tres mujeres con las que he tenido una relación seria. Mi cónyuge, mi ex cónyuge y una muchacha de colegio. Todas tienen un punto en común: su nombre es MARY.

Mi mujer, Mary Alice, sólo ha tenido una relación seria con su ex cónyuge. Su nombre era Jon, y mi nombre es John. Parece que buscábamos el nombre correcto, pero no la persona.