ECM de Jennifer
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Descripción de la experiencia:

Me alegra ver que la gente reconoce su experiencia. Sólo recientemente pensé que tenía que reflexionar más profundamente sobre mi propia experiencia, puesto que podría encerrar claves para mi designio aquí.

Mi familia hacía construir nuestra casa, que en agosto de 1978 estaba más o menos medio terminada. Mi madre recogía leña para el nuevo montón de madera que estaba haciendo, mientras yo jugaba con un vecino y amigo en lo que no era más que la estructura de una casa. Ese día, tenía que venir el albañil para examinar la zona de la chimenea y del suelo a fin de hacerse una idea para empezar a trabajar. Normalmente, los agujeros para la futura chimenea, estaban cubiertos en cada planta por pesadas planchas, para que nadie se cayera dentro. Ese día sin que yo lo supiera, habían sido quitadas para que él tomara medidas, y no fueron devueltas a su sitio. El suelo fue igualmente apisonado el mismo día, para preparar el bastidor de la losa. Dos plantas más arriba iba a gritarle «¡Bouh!» a mi amigo que estaba bajando las escaleras de arriba. En vez de eso, caí en el agujero no recubierto. Recuerdo en particular haber pensado qué maravilloso era volar, y luego hasta qué punto era terrorífico ver el suelo subir a toda velocidad hacia mí. Luego, grité, mi madre lo oyó, allí abajo en las maderas. Me dijeron que aterricé sobre la nuca, de espaldas, en el sitio donde la médula espinal se une al pedúnculo cerebral. Al principio, recuerdo haber tenido mucho frío y mucho miedo, en un sitio completamente oscuro a excepción de una minúscula luz que brillaba al final, parecida a un agujero de alfiler. Pude sentir el viento mientras avanzaba hacia esta luz, lo suficientemente lento como para poder ver, a medida que aumentaba la luz, que estaba en un túnel relativamente pequeño. Podía ver la textura de las paredes del túnel, desiguales como podría serlo un túnel en la tierra. Mientras me aproximaba a la luz, mi velocidad disminuyó y advertí el increíble calor que emanaba de ella, diferente de todo calor que hubiera podido sentir antes. Cuando estuve prácticamente en la luz, si se puede describir tal cosa así, frené, flotando delante de una silueta que parecía humana, si bien la luz de fondo era tan brillante que no se le distinguía rostro. Los brazos estaban extendidos, como para abrazarme y yo no quería otra cosa que estar en esa luz. Sentí una aceptación y un amor sin igual en la tierra. No estaba quizás más que a unas decenas de centímetros de esos brazos asombrosos cuando oí (oímos) a mi madre gritar mi nombre. Ese fue el único sonido o la única voz que oí durante todo mi viaje. Dudé, y miré para saber si esa persona también lo había oído, me sentí más encolerizada con mi madre de lo que nunca lo había estado, porque iba a impedirme ir a esa luz. Según lo previsto, la silueta cruzó los brazos y luego los echó hacia delante, rechazándome suavemente hacia el lugar del que vine, en la oscuridad y el frío. Nunca en mi vida quise algo tanto como estar en aquella luz. Ahora sé que nunca viviré de nuevo algo tan maravilloso como volver a ese lugar y ser por fin aceptada. Estoy impaciente por ver ese día, sin embargo no tengo el sentimiento de haber cumplido aquello por lo que fui enviada aquí. En el túnel, mientras flotaba, alejándome de la luz, podía ver mis largos cabellos flotar delante de mí. Estaba muy colérica y aterrorizada cuando me desperté sobre mi espalda, chupando mi pulgar, mi madre inclinada sobre mí, pareciendo más asustada de lo que nunca lo ha vuelto a estar. La ambulancia, con la sirena aullando, tenía que recorrer 40 kilómetros para llegar hasta mí, los pulmones me ardían mientras luchaban por aspirar el aire. Mi espalda estaba muy dolorida cuando me llevaron a hacerme los exámenes, las inyecciones y finalmente al servicio de Cuidados Intensivos para niños para pasar allí la noche. No recuerdo haber pensado de nuevo en mi experiencia en el túnel, hasta que oí una historia similar cuando tenía unos 14 años. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que se había producido. Aún puedo acordarme como si hubiese ocurrido ayer de ese túnel y de esa luz. Sé que no era un sueño, porque los sueños se esfuman rápidamente y se vuelven menos nítidos con el paso de las horas. A todos los médicos que declaran que las experiencias cercanas a la muerte son inducidas por el uso de medicamentos, respondo que yo era una niña de 8 años, sana y activa, que desde su nacimiento nunca había ido al hospital, hasta ese día. Abandoné el hospital al día siguiente, tras habérseles afirmado a mis padres que en el mejor de los casos quedaría parapléjica y que padecería daños en el cerebro a largo plazo, a causa del traumatismo de la nuca y de la cabeza. No me salió ni siquiera un moratón y sigo viviendo indemne, aprobando en la universidad, no habiéndose manifestado ningún efecto secundario.

Estoy completamente lista para responder a cualquier pregunta que me queráis hacer. Si tehgo que desarrollar ciertas partes de mi experiencia, gracias por hacérmelo saber. Admiro vuestra valentía en estas investigaciones y creo que es muy importante que las ECM sean aceptadas por lo que ellas son en la sociedad en general.

Hasta entonces, aquellos de entre nosotros que han sido elegidos, continuarán amando y sabiendo cuál es la importancia real de nuestra estancia en la tierra.