ECM de Chet W
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Descripción de la experiencia:

Hace un año, una mañana de domingo del 17 de febrero del 2002, empezando a eso de las 7:30 de la mañana, sufrí varios ataques al corazón (6-7 episodios separados pero conectados), que acabaron en un viaje lleno de terror al hospital más cercano, con mi mujer conduciendo. Mientras me preparaban para la cirugía en el laboratorio de cateterismo tuve el “gran ataque” y me morí. El equipo de cardiología entonces trabajó 20 minutos para resucitarme sin éxito, por lo que intentaron acceder a mi corazón por otra vía.

En ese momento, yo estaba a unos 3 metros por encima de todos y observando (la estancia tenía un techo muy alto). El hombre joven parado junto a mi cabecera me estaba dando palmadas en la cara diciendo: “Chet, Chet, quédate aquí”. Yo me sentía extremadamente preocupado por la decepción que estaba viendo. Me preocupaba especialmente el hombre que estaba abajo, directamente a mi derecha. Parecía ser un hombre de aspecto hindú, ¿de la India quizás? Esto era muy misterioso para mí ya que vivo en el oeste de Montana. Más tarde supe que el médico era de etnia india. Sin embargo, puedo decir que él estaba alterado por los sucesos actuales, y yo de algún modo sabía que él necesitaba ayuda. Me quedé pensando que alguien tenía que ayudarle: “¿Por favor, quiere alguien ayudarle?”, pues realmente necesitaba alguna ayuda. Por supuesto, todos estaban tan ocupados que nadie pudo ayudar. Yo no estaba haciendo nada por lo que supuse que me correspondía a mí echar una mano y ayudar.

En este mismo instante, yo estaba haciendo ignorando una muy fuerte invitación a dejar el sitio. Sin embargo, sabía que de momento yo era más fuerte que la invitación, y sabía que podía quedarme donde estaba siempre y cuando… “lo necesitara”. Sin embargo, sabía que no podía estar allí para siempre. Yo estaba totalmente concentrado en mis preocupaciones por el médico y los desesperados sucesos que ocurrían abajo.

Como indiqué, el equipo de cardiología accedió entonces a mi corazón por mi lado izquierdo, había sangre por todas partes y tenían dificultades para controlar la pérdida de sangre en medio de todo el frenético trabajo, esta nueva ruta era más difícil, luego me dijeron que era una vía mucho más difícil y larga hacia el corazón. Esto tomó otros 20 minutos. Durante este tiempo el médico encontró muchas zonas arteriales colapsadas y se habría dado por vencido si yo no le hubiera hablado y dicho: “Mira esto”. Le estaba ayudando. Yo creí que le estaba hablando telepáticamente, pero el médico dijo que le estaba hablando a él. Este médico discutió conmigo más tarde diciendo que nunca había tenido un paciente que le hablara sin parar durante un tal protocolo, esto le asustó y nos dijo a mi mujer y a mí que no quería que este tipo de cosas le ocurriera de nuevo (nadie puede explicar cómo podía hablarle solamente al médico). De todos modos, mi dicho de “Mira esto” ocurrió en 4 momentos diferentes cada vez que se encontraba con una dificultad. ¡Aterrador!

Bien, alcanzaron mi corazón (todo está en un CD) y fue una total y completa sorpresa que su trabajo acabara por resucitarme, todo tras haber estado muerto unos 40 minutos. Pensaban que estaría en muerte cerebral, todo coagulado, y víctima de una crisis. Sin embargo, me desperté en una habitación privada en la unidad de cuidados intensivos. Vi a una enfermera haciendo sus anotaciones en una pequeña mesa plegable y ahí estaba el mismo hombre que me había estado dando palmadas en la cara en la cirugía. Me sentía débil, pero en cierto modo normal.

Miré a este hombre (estaba leyendo una revista) y dije: “Yo le conozco”. Téngalo en cuenta; nunca antes me había encontrado con nadie en este hospital. Él inmediatamente dio un brinco y dijo: “¡Ha vuelto!”, dirigiendo sus palmas abiertas hacia mí dijo: “¿A dónde fuiste?” Yo dije: “Yo estaba a unos 3 metros por encima de usted, me estaba dando palmadas en la cara muy fuerte y me estaba pidiendo que no me fuera, pero ya he vuelto”. Él dijo que yo no podía conocerle, pues nunca nos habíamos encontrado.

Bien, “¿A qué se parecía el sitio donde estuve?”. Yo les digo a todos: “No se asusten y no planeen tomarse una pausa tras la muerte”. La invitación era como 300 millones de personas, todas diciendo a la vez un sorprendente y reverberantemente familiar “¡Hola!” en vez de un simple “Hola”. Todo era muy optimista y un cálido y buen sentimiento, como de llegar a casa. El insoportable dolor que había estado sufriendo desapareció. Reflexionando sobre ello, debo haber parecido muy vanidoso por no haber aceptado esa invitación a partir. Supongo que estaba siendo verdadero con mi naturaleza. Quiero decir que siempre me he sacrificado a mí mismo por todos y por todo. A lo largo de mi vida, en tiempos de grandes conflictos, he actuado desinteresadamente por el bien de los demás. Lo hice siendo niño, u hombre joven en la guerra del sur de Vietnam, y siendo una persona mayor; siempre cuido de todos antes que de mí mismo. Soy honestamente una persona totalmente desinteresada.

El médico me dijo que yo había vuelto para ayudar, otra vez. Uno de mis médicos me dijo que yo no debería estar aquí, y que debería estar muerto. ¿Acaso creía él que el error de mi regreso no era como se supone que deben pasar las cosas en el universo? Mi otro médico me preguntó por qué había vuelto y yo dije: “Quizá Dios no estaba preparado para mí… o bien el diablo me tenía demasiado miedo”. Esto le provocó una carcajada, sin embargo yo estaba siendo honesto. Ahora vivo con la fantástica sensación de que tras la muerte, se nos estará de alguna manera interrogando durante 30-33 años, y luego se nos dará otra oportunidad para hacerlo lo mejor posible en una nueva vida física. ¿Quién sabe? Todo lo que puedo decir es que yo nunca había pensado antes en cosas como éstas.

Curiosamente, nunca me he unido o seguido a ninguna religión, porque las veo a todas como si se hubiesen convertido en una industria comercial. Supongo que no me interesan las religiones institucionales. No he estudiado la Biblia, ni ningún otro tipo de documento religioso, por lo que me desconcierta pensar que no tema a la muerte. En realidad, es la agonía lo que duele, no lo que viene después. Pensad en ello, echar fuera todo el aire,… y no sufriréis nunca más. Por supuesto, eso duele de muchas maneras y es espantoso, pero solo es temporal. No me he vuelto un fanático religioso, ni he cambiado de vida. Sigo siendo la misma buena persona que siempre he intentado ser. Salvo que ahora estoy dando aún más de mí mismo. El lema de toda mi vida ha sido: “Si de veras cuidas de todos,… todos cuidarán de veras de ti”.

Según mis médicos he sobrevivido al mayor y peor ataque cardíaco que se pueda tener. Ahora tengo un extenso daño cardíaco y una considerable pérdida de función cardíaca. También me pusieron stents (N.T.: tubitos de malla metálica que se meten en los vasos sanguíneos para impedirles que se cierren) uno detrás de otro, para que fueran lo suficientemente largos como para funcionar. Con todo, parezco y actúo normalmente. Todavía hoy, mis médicos están asombrados y estupefactos en lo referente a mi crisis cardíaca y a todos estos sucesos. ¿Quizás haya un motivo por el que esté aquí y ese motivo aún no haya sucedido?

Justo antes de mi ataque al corazón, tuve la sensación de sufrir un ligero resfriado, pero no tenía los síntomas clásicos de dolor. Sin embargo, pocos minutos antes de caerme al suelo tomé 3 aspirinas (nunca tomo aspirina porque en mi vida he tenido jaqueca), no puedo explicar por qué y no sé por qué tomé estas aspirinas. Mis médicos afirman que a largo plazo este acto me salvó la vida, porque diluyó mi sangre lo suficiente como para mantener el oxígeno disponible a través de las obstrucciones.