ECM de Catherine M. 980
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Descripción de la experiencia:

En 1962, estaba dando a luz por primera vez. Las enfermeras decidieron que necesitaba medicación para el dolor, aun cuando no lo sentía, solo fuertes contracciones. Inmediatamente, experimenté un dolor extremo. Era como si mi mente se hubiese dividido, y la parte razonadora fuese incapaz de instruir a la otra parte para relajarse y dejar que el proceso del nacimiento se desarrollase naturalmente. Pronto cesó la labor, y se me administró una inyección para empezar las contracciones de nuevo; después, más Demerol, etc., etc. Tenía la sensación como si alguien me pisara la espina dorsal cada vez que me animaba con las contracciones. En la sala de partos, se me dijo que inhalase éter con cada contracción, pero cuando no hubo ningún alivio del dolor le rogué al anestesiólogo que por favor abriese el gas, “pero el gas no pasó a través”. Estaba estrujando la mano de la enfermera estudiante y, finalmente, ya no aguanté más. Hice una profunda inspiración y simplemente me dejé ir.

De repente, estaba desde lo alto mirando la mesa de parto, que estaba rodeada por un equipo de enfermeras y médicos profundamente preocupados. Me di cuenta de que estaba sin dolor y regocijada. Pero sintiendo pena por la ansiedad de abajo. Dije. “Está bien”… ya no me duele más”. Sentía tan increíble amor por ellos, y cuando fue evidente que no me habían oído dije: “No, de veras, estoy bien. No me duele”.

Fruncí el ceño, sintiéndome ligeramente frustrada, deseaba tanto ayudarles a comprender que no había necesidad de estar preocupados por mí. Entonces una voz masculina dijo: “Tu bebé te necesita”.

Miré alrededor, dándome cuenta por vez primera de la gris, arremolinada niebla, que he dado en llamar amor. Ese increíble amor existe, más de lo que podamos imaginar. Quise ver a la persona detrás de la voz, quien dijo de nuevo, ahora con más énfasis: “Tu bebé te necesita”.

Yo estaba confundida, pero miré de nuevo a la mesa, y esta vez tuve una visión de mi perturbado esposo pasándole nuestra hija a su madre (de él), una adusta mujer cuyo gusto por las planificaciones entraba a menudo en conflicto con mi falta de puntualidad (incluso el bebé se había retrasado tres semanas). Muchas mujeres vinieron a consolar a mi marido, y él se casó, tuvo más hijos, pero a nuestra hija no se le permitió ser parte de su nueva familia. Mi hermosa niña ofrecía sus manos a su padre, quien encontró razón tras razón para no poder amarla, y ella estaba triste y enfermiza. Pero mi suegra estaba absolutamente radiante. Yo no quería volver al dolor, pero basta es basta. “De ninguna manera tendría a mi bebé”: le grité a cualquiera-que-fuera-su-nombre (se refiere a la suegra), y escapé de la niebla.

Creo que debí asustar al equipo médico, por la máscara que tenía sobre la nariz y el éter abierto a tope, suficiente para dormirme durante el parto con fórceps. (Naturalmente, no compartí esta historia con nadie durante años).

En 1969, tras un atormentado embarazo durante todo el cual tomé dietilestilbestrol, elegí intentar una anestesia epidural para el parto. Luces azules tintineaban alrededor, pero hasta que una segunda dosis de “producto” fue añadida a la perfusión, fui capaz de sacudir las luces lejos. Dije: “Algo va mal”, pero se me dijo que estaba bien. Lo dije otra vez, y de repente tres enfermeras estaban tratando de localizar el latido cardíaco del bebé. El entumecimiento se propagaba desde mis pies hacia arriba. Yo observaba esto con interés, pensando: “Dicen que el cerebro es el último en morir” mientras el equipo médico me gritaba: “Respira, respira”. Pero no podía responder.

Aquí entró la “Voz”. Dijo: “Voy a ayudarte a respirar”, y empezó a inhalar y exhalar, apremiándome a seguir su directiva.

Inmediatamente, me precipité en la sala de partos, y el bebé fue literalmente impelido fuera de mí. Se me dijo que el problema era que había rechazado la “inyección relajante” antes de que se me administrara la epidural. (Ésta es la inyección que me hizo perder el control durante las labores primera y segunda). Un amigo me dijo que la epidural me había paralizado el diafragma.

¿Alguna medicación asociada o sustancias que pudieran afectar la experiencia? Sí. Demerol, Escopolamina, éter para 1962. Epidural para 1969.

¿Fue la experiencia difícil de expresar con palabras? No. A no ser porque opté por no contárselo a ciertas personas, pues eso no habría hecho más que causar problemas familiares.

¿En el momento de la experiencia, existía algún acontecimiento que amenazara su vida? Sí. Estaba viendo cosas de otro lugar.

¿Cuál era su nivel de consciencia y de vigilancia durante la experiencia? Hiper consciente en cierta manera.

¿Era la experiencia de algún modo parecida a un sueño? No.

¿Experimentó una separación entre su consciencia y su cuerpo? Sí. No estoy muy segura de lo que esto significa. En cierta manera, no me di cuenta que mi consciencia no seguía encapsulada en una forma física, incluso si ese otro yo estaba “allí abajo”.

¿Oyó usted algún sonido extraño o ruidos? No.

¿Pasó usted hacia o a través de un túnel o espacio cerrado? No.

¿Vio usted una luz? No.

¿Se encontró usted o vio a algún otro ser o seres? Sí. Una Voz, que desde estos acontecimientos me ha llamado la atención, entonces y ahora.

¿Experimentó usted la revisión de acontecimientos pasados de su vida? No.

¿Observó usted u oyó algo relacionado con personas o acontecimientos durante su experiencia que pudiera ser verificado más tarde? No.

¿Vio usted o visitó dimensiones, niveles o lugares hermosos o de alguna otra manera peculiares? No.

¿Tuvo alguna sensación de alteración del tiempo o el espacio? No.

¿Tuvo usted la sensación de comprender una sabiduría especial, un orden y / o propósito universal? Sí. Fui testigo del triste futuro de mi hija si yo no regresaba.

¿Alcanzó usted un límite o una estructura física de delimitación? No.

¿Tuvo usted consciencia de acontecimientos futuros? No.

¿Se implicó en, o fue consciente de, una decisión de vuelta al cuerpo? Sí. Estaba en conflicto en ese momento, porque el alivio del agónico dolor había sido tan breve. Sin embargo, aunque no entendí todo lo que ocurriría más tarde, no podía poner mi bebé en el futuro que se me había mostrado.

¿Cómo resultado de su experiencia, ha recibido usted dones psíquicos, paranormales u otros dones especiales que no tuviera antes de la misma? No estoy segura. Siempre he tenido una cierta “sabiduría”, pero cómo eso fue aumentado o no por las ECM no está claro. Lo que sí es seguro que ha cambiado es la capacidad para explorar más allá de las tradicionales creencias / tradiciones de mi iglesia. En la década de los 70, la cultura como un todo estaba explorando todo lo místico. Era buenos tiempos para ser vividos para una persona como yo.

¿Tuvo usted tras su experiencia algún cambio de actitudes o creencias? Sí. No recuerdo estar especialmente asustada por la muerte, sino que había un cambio a no estar asustada por ello. A medida que he ido madurando, he visto cada vez más la razón por la que estoy aquí… por la que estamos todos aquí... y que es para amar. No es fácil, me siento culpable de faltar tan a menudo a esta prescripción, pero se trata de eso. El mensaje es el AMOR.

¿Ha afectado la experiencia a sus relaciones? ¿Vida diaria? ¿Prácticas religiosas etc.? ¿Opciones de carrera? Mis relaciones son difíciles. Ídem para cada empleo, etc. En casi todas mis relaciones me siento fuera de lugar, y francamente, muchas de mis relaciones sienten exactamente del mismo modo. Me encuentro a mí misma escuchando y a la caza de algo más allá del aquí y ahora.

¿Ha cambiado su vida expresamente como consecuencia de su experiencia? No.

¿Ha compartido usted esta experiencia con otros? Sí. En realidad, no puedo contárselo a mi marido, suegra o hijos, pero he compartido las historias con amigos durante conversaciones íntimas. Solo una amiga tuvo una experiencia similar, y ella también, se siente fuera de lugar, mientras sufre variadas y al parecer incurables enfermedades.

¿Qué emociones experimentó usted después de su experiencia? No pensé que pudiera cuidar de mi bebé. Estaba tan abrumada, y durante varios años no me he recuperado del parto. No ayudó a ello tener otro hijo quince meses más tarde, antes de poder recuperar mi fuerza física.

¿Cuál fue la mejor y la peor parte de su experiencia? No hubo peor parte, solo la mejor apreciación del amor y ser cuidada por mi propio ángel.

¿Hay algo más que desee añadir acerca de la experiencia? Quizás que todos nosotros necesitamos llegar a otros con amor, encontrando pequeñas maneras de hacerles saber que alguien se interesa por ellos. En la tierra, somos nosotros quienes debemos trabajar expresando el amor que en último término pone a funcionar el universo.

¿Tras su experiencia, tuvo usted algún otro acontecimiento en su vida, medicamentos o sustancias que reprodujeran alguna parte de la experiencia? No.

¿Las preguntas planteadas y la información que acaba usted de proporcionar describen exacta y exhaustivamente su experiencia? Sí.

Por favor, ofrezca cualquier sugerencia que tenga para mejorar este cuestionario. La amiga mía que tuvo una ECM ha estado tratando durante años que hiciera esto. Se sentirá muy orgullosa de sí misma cuando le diga que ya lo he hecho. Creo que las preguntas están completas tal como están.